lunes, 10 de septiembre de 2012

Odio los lunes


Son las seis y media de la mañana, me queda una hora para llegar al trabajo, pero llevo dos horas antes, despierto mirando al techo sumido en mis pensamientos. Presiento que hoy va a ser un día nefasto, es lunes, eso ya lo hace fastidioso. Empezamos bien cuando a las siete y diez, mi vecina de arriba se le oye el taconeo de sus pasos, es como si no tuviera cholas, nada más bajarse de la cama se pone los zapatos de tacón. En el bar el café me sabe amargo y lo peor es que me toca dos sobres de azúcar con la misma frase de este cineasta que se casó con su hija adoptada. La mañana es nublada, como presagiando verdaderamente un mal día, mis pensamientos se llenan a cada paso que doy hacia el trabajo de negatividad ,sumados a un malestar personal e intestinal. Entonces hay algo que me hace parar, lo que veo es una imagen que hace que no me sienta mal y aparte todos mis pensamientos negativos. Dentro de una tienda veo a una niña agachada y al otro lado del cristal  un cachorro de perro jugando con esta niña, el perrito se levanta sobre sus patas traseras y le ladra al cristal. Me rio de la situación, y aunque haya sido un momento, me hace pensar que aunque sea lunes y que uno esté rodeado de estrés, desgana o de negatividad, hay cosas en este mundo que verdaderamente merece estar para disfrutarlas.


lunes, 3 de septiembre de 2012

Zapatos blancos con líneas negras


Diane...me veo a mí mismo con 25 años más, sentado en un sillón bastante incómodo. Al frente hay un sofá con un señor bajo vestido elegantemente de rojo, a su vera una preciosa mujer vestida de negro de aspecto dual, por un lado de su cabeza muestra un corte de pelo rapado, con muchos y llamativos pendientes en su oreja izquierda que queda al descubierto, ya que su lado derecho está cubierto de su larga melena. No sabría decir dónde me encuentro, miro alrededor, el suelo está cubierto de motivos geométricos, las paredes están pintadas de color rojo, sin ventanas a la vista ya que la habitación está  cubierta por cortinas rojas. El señor bajo vestido de rojo se pone en pie, y empieza a bailar al revés. La chica de negro se aproxima a mí, me da un abrazo, y entonces le noto cómo algo que no identifico se pone grande y duro. Acto seguido me susurra al oído el nombre del asesino. Me despierto en mi cama, me dispongo a llamar al sheriff cuando en el suelo, junto a la cama, veo los zapatos blancos con líneas negras que llevaba aquella misteriosa mujer.