lunes, 18 de marzo de 2013

Reggaeton

Como cada día, se puso los auriculares, fijó el volumen de tal manera que si pasabas por su lado podrías escuchar su música, se puso sus gafas de sol, se ajustó las cadenas del cuello y la gorra, se miró en el espejo, se dio un beso a sí mismo y se dirigió al instituto. Es un chico normal, con una vida normal, le encanta las pelis de acción con coches tuneados, que salgan pibas de enormes tetas, poca ropa y de argumento sencillo, nada de películas metafísicas y rollos argumentales, que eso es para empollones pardillos. Con quince años ya sale los viernes y sábados noche por el parque con sus amigos y amigas, para perrear, toquetearse con las chicas o beber alcohol con la música a tope. Todo era normal hasta ese día normal en el que se marchaba al instituto. Su música favorita es el reggaeton, lo escuchaba a todas horas y su opinión sobre el resto de canciones lo expresaba haciendo un simíl de la defecación humana. La música clásica sólo sirve para dormir la siesta por las tardes. El rock, o música peluda como llamaba él, es bastante ruidosa, un sinsentido, que sólo era drogas y gente con demasiado pelo. Sobre el pop rock, que era únicamente para nenazas y gente sin cerebro que siguen las modas. Y sobre las bandas sonoras (BSO) que eran para frikis de las películas o videojuegos que no habían crecido mentalmente. Para este chico de quince años el reggaeton lo era todo, su filosofía de vida y de cómo había que tratar a la mujer en general, este tipo de música es la que hace que un hombre se convierta en un verdadero macho. Hasta él mismo estaba escribiendo un par de temas que le gustaban mucho a sus amigas. Por eso no entendía cómo el resto de personas podía pensar que el reggaeton no era buena música, que denigraba a la mujer. No lo hacía, la ponía en su sitio, además sino la escuchan y no le daban la oportunidad ¿cómo iban a apreciarla?
  Ese día en el que iba al instituto todo cambió, nada más colocarse los auriculares, ajustar el volumen a maxima capacidad y de poner su música, sus auriculares explotaron haciendo que este chico de quince años se quedara sordo. Pero su caso no fue el único, con el tiempo hubieron más casos de explosión de altavoces, mesas de DJ´s, equipos estéreo y de móviles, se tardó mucho en comprender que el punto en común que hacía que todo esos aparatos explotaran era el reggaeton, era como si un virus tecnológico se hubiera expandido y cada vez que sonara este tipo de música hacía explotar el equipo en cuestión.
Sobre el chico de quince años, no sé si alguna vez recuperaría el oído. Se rumoreaba que para que pudiera volver a escuchar, solamente tenía que hacer una cosa bien sencilla: oír buena música de verdad.

lunes, 11 de marzo de 2013

Bucle


Salgo cansadísima de trabajar, estar entre vapores de una lavandería durante horas seca y agota a cualquiera. Me monto en el coche y me tomo lo que queda de agua tirando la botella a la parte trasera del coche. Arranco y voy directa a casa de mi novio, a pesar del cansancio hoy me apetece mucho verle y de hacer otras “cosas”. Casi sin darme cuenta, tal vez por el agotamiento o porque voy en automático por este camino, me veo rodeada por una extraña oscuridad, una especie de niebla rodea el coche y que no me deja ver nada hacia delante. Aminoro la marcha y me siento como en esas películas de terror en la que los protagonistas entran en un bucle de pesadilla sin fin. Por más que voy por la carretera es la misma imagen una y otra vez sin salir de la niebla, pasa una hora, dos horas, sigo en la carretera sin poder llegar a casa de mi novio. Me pellizco por si he muerto y no me he dado cuenta, de pronto veo una luz al final de la niebla, por fin he llegado a casa de mi novio. Aparco y pienso que esta experiencia debería de contársela a un colega que se dedica a escribir cuentos, seguramente en el final diría algo parecido a que en verdad me secuestraron unos extraterrestres y me implantaron un chip, o que ahora estoy embarazada como en esa película de niños con el pelo blanco. Me paro un segundo delante de la puerta y antes de tocar decido ir a la farmacia a comprar un test de embarazo.

lunes, 4 de marzo de 2013

Pastelito de chocolate

Por fin he podido hacerme con uno de esos pastelitos de chocolate tan famosos del comedor del instituto. Estos pastelitos son tan demandados que las colas son interminables. Me siento en mi mesa de costumbre, lejos de los abusones, frikis, empollones o las pijas de las moda. A esas sí que les tengo tirria, cada vez que paso cerca de ellas, (o cualquier persona que pase por su lado) sacan unas notas con puntuaciones sobre cómo vas vestido. La última vez me dieron una puntuación de 3, mala combinación, sin estilo, zapatos horribles, peinado cutre, todo de negro, barba salvaje...me dijeron que no volviera a vestir así, que les mermaba la vista. Bueno, ahora me olvido del mundo y me centro en mi postre, entonces me doy cuenta de que se antoja un batido de fresa para acompañar, pero no me atrevo a dejar solo mi pastelito ante tanto carroñero. Entonces se me ocurre dejar una nota, "No os comáis el pastelito...he escupido encima". Voy hasta la máquina de refrescos y al volver, veo que mi nota a funcionado, cuando lo cojo para tirarlo me percato que hay algo más escrito: "YO TAMBIÉN".