lunes, 27 de mayo de 2013

Muriendo por dentro: Canción de cuna.


Verla me hacía soñar, contemplarla me hacía sentir dichoso, sus cabellos rubios iluminaban los sórdidos sótanos de oscuridad entre tanta gente. Sus ojos azules me hacían sentir en un océano de felicidad.

El amor nunca se dio. Tan insignificante soy en tu mundo, te escondes lejos,
perdida, bajo las cloacas, si yo hubiera muerto nunca te hubieras entristecido.

Rosas muertas en tu ventana, desde ahí me observas, preferiría una mirada de odio antes que mil sonrisas forzadas, siempre fui yo a quien despreciaste. ¿Dónde está la luz? Seguramente llorando entre las sombras.

Ondina que cantabas nanas en mis oídos, dormía bajo tus pechos, despertaba en ilusiones falsas que manipulabas a tu antojo. ¿Dónde está la oscuridad? Ahí sentiré menos frío.

No más historias acerca de ella. Es tarde, demasiado tarde, el dolor se apoderará de mí, y la Muerte, afuera, buscará los pecados que cometí.

Irrisorio, invisible, ése es mi sino. Ahora, tus lágrimas no significan nada para mí, no soy lo suficiente para ti como para llorarte. No me vas a escuchar si te digo “lo siento”.

Cae la lluvia, la música del carrusel se apaga lentamente, toda luz se torna oscuridad. Los juguetes de tu habitación se van rompiendo.

A través de la niebla oigo oscuras criaturas cantando terribles canciones. El amor nunca se dio. Aquí tengo una canción de cuna para que cierres los ojos, ahora duerme, quédate solo en mi memoria amada mía. Adiós.

lunes, 20 de mayo de 2013

Muriendo por dentro: Robo del primer beso.


Gritos en el pasillo, pronuncias mi nombre. A través de la mirilla veo sombras que me reclaman. Tumbado en el suelo no hago más que contemplar la luz de la bombilla. Tu perfume llega a través de la puerta.

Usas mi corazón como un juguete. Nos escondemos en el armario a no decir verdades, haces trampa y me cuentas algunos. La gata mira con recelo, y ojos ociosos buscan encontrarnos.

Amar es algo que se te da con facilidad, yo solo pensaba en juegos y amistades. Tú me amaste y yo no me di cuenta, ¿éramos niños jugando a ser adultos?

Cielo azul, tus brazos alrededor de mi cintura, nos movemos tan rápido que no logro distinguir nada, solo tu sonrisa y el viento moviendo tu pelo como si tuviera vida propia. Entonces el ruido no me dejó escuchar algo que era muy importante para ti.

Imperceptiblemente caen las hojas, el tiempo avanza inexorable y tú sigues dándome más amor. Mientras que yo sigo jugando con barcos de papel. Siendo niños, ¿debí haberte tratado como mujer? El tiempo aún no me dejaba hacerlo.

Marioneta sin hilos, sonríe con garbo. Un olor a pastel hay en el ambiente, la mesa es para dos, y me conduces a la oscuridad de tus intimidades.

Allí me siento húmedo, incómodo, haces cosas que a mi edad no puedo comprender, ¿son mentiras lo que me estás contando ahora?, ¿verdades a medias? La oscuridad se cierne y el olor a pastel deja paso al de la carne quemada.

Restos olvidados, amores vacíos, 28 pájaros desangrándose en su nido. Una lectura inacabada, paredes de carne moviéndose de forma obscena, y el calor se hace presente.

A través de los sentidos noto tu carne sobre el mío, mis ojos se niegan a abrirse. La humedad va en aumento. Crece y crece, y no puedo aguantar más. Veo lo invisible, los olores toman forma y color. La inocencia fluye como un río, y me preguntas, si hoy la perderemos.

lunes, 13 de mayo de 2013

Muriendo por dentro: Esperándote entre el trigal.



Incluso a pesar de nuestras diferencias te acercaste a mí, nos hicimos amigos y con el tiempo dimos un paso más allá.

Tus sentimientos alegres y sonrisa eran contagiosas, contigo hacías que todo fuera más sencillo, tus cabellos rubios como el trigo eran inspiración en mi lienzo, eras mi musa en todo tu ser.

Zafio, estúpido, todo eso y más era yo que no sabía aprovechar todo el tiempo que permanecimos juntos, eras la luz de mis mañanas y la oscuridad en mis tardes.

Irremediablemente el tiempo se resbalaba entre nuestros dedos, no sabía cuanto nos quedaba, o era yo, quien se negaba a verlo.

Anochece, abro la carta que me diste, en el me dices verdades ocultas en tu corazón, entonces lo comprendo todo y te dejo marchar.

Ruido, es todo lo que oigo dentro de mi cabeza. Ella se ha ido, hace ya tres años que te fuiste, después un largo sufrimiento, tu enfermedad. Yo no te dejaba ir, te quería demasiado, ahora te espero en nuestro lugar especial, entre el trigal.

lunes, 6 de mayo de 2013

Historias bajo otra ventana


Sentado en la terraza de una cafetería esperando mi cita a ciegas (lo único que me ha revelado para reconocerla son sus cabellos rojos como el fuego), contemplo a dos críos, un niño y una niña que al oírles hablar me entero que se habían reencontrado y que hacía tiempo que no se veían, y que en el rato que les quedaba habían decidido jugar al teatro. Se meten en el patio de la casa de enfrente y se dedican a chillar como si representasen una famosa tragicomedia. Como si yo también fuese un crío, me dejo llevar por mis emociones, y cuando me dispongo a aplaudir un montón de agua moja a los chavales, era de una mujer con un cubo quien se los había tirado, gritó que dejaran de hacer ruido en su patio y se metió adentro. Los niños salieron del patio, se miraron y rieron como posesos.