lunes, 29 de julio de 2013

BOHEMIAS HISTORIAS: Mundos Paralelos.

Hace tiempo que no salgo con mis colegas, su procedimiento de fiesta, aunque respetable, a mí me aburre un poco. El procedimiento es llegar, hacer botellón en el coche y cuando todos luzcamos sonrisas de oreja a oreja dirigirnos al centro de la fiesta, que normalmente suele ser una verbena. Y escuchar a mis amigos decir cosas como: “qué buena está esa tía”, “que tetas más grandes tiene esa otra”, “me estoy poniendo malo”. Y todo ello sin que mis amigos reaccionen y les diga algo a alguna piva en cuestión para no ser abofeteados.
 Pero aquella noche iba a ser un poco diferente, y es que invitamos a salir a un amigo que no había salido nunca un sábado por la noche. Para mí eso fue un incentivo más que suficiente como para dejar tirados (en el buen sentido, y con el beneplácito de ellos) a mis habituales compañeros de otras salidas de fiesta, que estaban todos en otra isla celebrando fiestas en carpas con Ratones Élficos y demás seres extraños.
Íbamos a convertir a nuestro amigo en un dominguero más, y quien sabe, tal vez le fuera a coger gustillo y nos sorprendería a todos preguntando cuándo sería la próxima fiesta.
 Llego tarde a casa, mis amigos esperan en el coche mientras dan vueltas para no tener que pagar al gorrilla el euro de turno. Una vez montado, nos dirigimos hacia la “espalda” de la isla donde se celebra por estas fechas las típicas fiestas de pueblos. Al llegar vemos que todo está lleno de coches que intentan, como nosotros, aparcar cerca del meollo. Ya el espectáculo me parece atroz, chavales de entre 12 a 16 años borrachos y comportándose como alcohólicos experimentados, niñas con ropas aún más pequeñas que ellas mismas llevando alcohol en vasos con dibujos de Dora la exploradora, y gente de protección civil atendiendo a más de diez niñas que no paran de vomitar en medio de la calle. 
 Mis predicciones sobre el procedimiento de fiesta de mis amigos se cumple a rajatabla cual profecía maya. Pero yo me entretengo comiendo nachos y viendo como nuestro amigo admira por primera vez la juerga nocturna. El colega que nos trajo en coche y el que teníamos que depender para regresar, hace mutis por el foro cuando lo llaman por teléfono, el resto de nosotros pasamos lo que quedaba de noche entre gente conocida, a rockeros en ambientes verbeneros y de raperos que parecían haberse comido a monologuistas.
 De vuelta al coche, éste ha desaparecido, y no fue porque lo robaran. Nosotros sabíamos dónde estaba. Nuestro colega se había enrollado con una piva, que ése era el motivo principal para que él saliera con nosotros. Decidimos esperar en un banco, hasta que se pone a llover, y es entonces cuando aparece nuestro amigo con esa típica sonrisa de: “ya he mojado el churro, ¿ustedes no?”.
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 Corriendo por parajes desérticos, pueblos poco aglomerados, para llegar al hotel y que hicieran la reserva con el nombre artístico de mi pareja, donde la recepcionista tuvo su toque gracioso creyendo que era una artista polaca. Problemas con el ordenador a la hora de grabar la música para esa noche, retraso en la hora de llegada, pero muy buen rollo y amabilidad a raudales. 

Al ir de acompañante, me entretenía haciendo fotos y hablando con el personal, que estaba casi llorando de felicidad al estar un dj que les pusiera música de verdad. Casi al final de su sesión, aparecieron unos seres blancos, con un cubo dorado en la cabeza, con cabellos blancos y tocados muy de pin up. Parecerían ratones élficos entaconados. Le escoltaron, era un cuadro excéntrico y, sin lugar a dudas, original. Me alegraba mucho de haberme perdido las fiestas de pueblo por ver aquellas carpas desde la parte de atrás, donde tantos años ya había ido, pero que jamás había disfrutado de esa forma.

 Al día siguiente, pudimos disfrutar de vientos huracanados en el hotel, de una piscina no climatizada y fría, además de un grupo de viejecitas que hacían gimnasia acuática, mientras seguían babeantes a dos monitores jóvenes y apetecibles. El snack-bar era una fábrica de juguetes, muy recomendable para niños, pero los adultos no deberían tratar de comer aquellos huevos fritos irrompibles, esas hamburguesas rancias y que eran de goma. Tranquilamente hubo una siesta eterna, para preparar el cuerpo ante el trasnoche que nos esperaba. No había tiempo para dedicarnos a nosotros, sólo para prepararlo todo e irnos. Desesperados, recorrimos callejuelas en el pueblo, buscando una tienda china, ya que la diva necesitaba material para su actuación estelar nocturna. Tras perdernos varias veces, y ver en vano que algunas tiendas cerraban, desesperanzados y ya sin fe alguna, a la salida de aquel laberinto, vimos la “Tienda China”, como si fuera el oasis en medio del desierto, sin que fuera un espejismo, era real y habían chinos reales, olores a plástico de dudosa calidad y lleno de un mundo increíble y lleno de cachibaches. Nuestra felicidad fue máxima y saltamos como adolescentes al conseguir un autógrafo de su ídolo.

 Al anocher, aquellos ratones élficos pasaron a ser luces de neón andantes, luciendo sus cuerpos varoniles, con unas plataformas que jamás en mi vida llevaré. Risas, cervezas, arte. Tocaba la hora de que él se transformara en ella, y los nervios comenzaban a verse. Pero nada más salir, ante una panda de borrachos que le insultaban, otras que eran las típicas chonis de pueblo, y otros que simplemente iban por fiesta y no entendían nada, comenzó su danza epiléptica, y su música que a los que estábamos detrás de todo aquello nos divertía y nos movía. 

 Paseos solitarios por la multitud, mientras algún desconocido se acercaba a querer pedirme una copa, algunas chicas querían sacarse una foto y entablaban conversaciones superfluas conmigo, pedir una caja de tabaco para jugar al pinball y ganarme una bandolera. En primera fila, grabando a la diva, un chico alto y de buen ver se acercó a mí y comenzó a grabar conmigo. Hizo comentarios desagradables e intentó acercarse más de lo normal, a lo que le solté, pues esa loca es mi novio. Su cara era digna de un cuadro cubista. 

 Tras seguir afianzando amistad con la gente del backstage, reírme a raudales con otros, repentinamente, alguien desnudo apareció en el escenario, paseando todo su cuerpo. A los pocos segundos, aquel muchacho, fue asaltado por una masa verde de guardia civiles, apaleado, mientras la gente tiraba cosas. Me sorprendió que como ángeles protectores, los técnicos me protegieran, al estar yo quieta de la impresión del momento. Aún así no entendí porqué había frente a mí tanta violencia gratuita, cuando el pobre chico sólo quería pasar a la historia como el nudista de las carpas,  quizás estaba pidiendo que aprobaran poner un pueblo nudista, tal y como ya hay en mi isla. 

 Luego volvió a predominar el buen rollo, la buena música y las risas con aquellas luces de neón, entre cigarro y cigarro.

 Extenuados y casi amaneciendo llegamos al hotel. Le miré brevemente antes de caer en un sueño profundo y me sentí orgullosa de él y de que, a pesar del desastre en algunas cosas, había buena conexión y en ningún momento malas caras ni discusiones. 




  RELATO COMPARTIDO CON BOHEMIAN FEELINGS. PARA MÁS RELATOS VISITAR http://www.bohemianfeelings.blogspot.com

lunes, 22 de julio de 2013

BOHEMIAS HISTORIAS: Realidades Moustachistas.

Con el cansancio acumulado, pienso en qué bien estaría en mi cama, pero algo dentro de mí me dice que he de salir, algo me dice que sería interesante correr aventuras y seguir conociendo gente tan sorprendente. Siempre los mismos lugares, siempre las mismas caras familiares, pero estas últimas semanas, todo diferente.

Volver a disfrutar como hacía tiempo no lo hacía, dejando esa rutina atrás, por unas horas, por unas risas, por tan buena compañía; por sus miradas, por nuestra complicidad, por esos besos cortos alcoholizados.

Pero la noche me sorprende, a medida que cada copa de vino tinto se agota, para ser renovada por otra. Y cuando ya decido parar, veo a uno de los seres que más aprecio, diferente, alegre.

Debido a mi alegría artificial, no consigo notar cambio en ella a lo largo de la noche, pero, repentinamente, la veo desatada, feliz, sociable, nocturna; y no soy yo la única que se asombra.

Sigo a mi aire, disfrutando de gente nueva, recién llegada, compartiendo impresiones, viendo un nuevo mundo a través de sus ojos. Me río ante la espontaneidad de todos, me sorprendo al empezar a querer a gente recién llegada a mi vida. El agotamiento no me vence, porque la alegría corre por mis venas.

Bigotes postizos rondan la noche, algunos en el escote, otros como cejas postizas, otros como diademas rojizas en medio de la frente, todos esos bigotes en lugares inusuales excepto en donde tiene que estar. Y es entre bigotes, donde encuentro a un chico silencioso, otro más entre el grupo, discreto, donde me hace una propuesta a la que no me puedo resistir.

Hacía ya tanto tiempo que no compartía impresiones con alguien, que me sorprendió que, de aquel ser callado y misterioso, saliera de sus labios algo que, desde que dejé de hacer lo que más me gustaba, nadie me había propuesto. Con ello, aquella noche donde en su momento quería irme a dormir para descansar, sonreí por saber que entre todas las cosas increíbles que pasaran, me dieran un poco más de luz en mi rutinaria vida.

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Llego a mitad de la fiesta, mis colegas ya habían empezado desde las diez y media de la noche. Saludo a los que puedo y me despido como puedo de los que se marchan. Ya en barra para pedir una copa, se acerca una chica que conocí hace un mes, me la presentó la novia de un amigo mío y ésta era la tercera vez que la veía. Y aunque estaba de buen ver con sus botas vaqueras, falda rosa y su blusa verde, esta chica rubia y de ojos azules estaba más allá que para acá. Su amiga, la novia de mi amigo que llevaba una copa de vino tinto, me confesó que había bebido de más, cosa que no era habitual en ella y que incluso se había sorprendido mucho al hacerlo. La chica rubia después de saludarme con bastante alegría, no paraba de pellizcarme los mofletes como si fuera mi abuela. Me dice que le gustaría tener un hijo como yo. Yo le respondo que no le conviene tener un hijo como yo, que le saldría caro y que se llevaría muchos disgustos. Ella hizo caso omiso a lo que decía, y de su bolso sacó unos papeles para que los firmara, al preguntar que eran esos papeles me dijo que era para que mi adopción fuera totalmente legal, rompiendo con todo mi pasado y familia anterior, y que esta chica rubia fuera mi nueva madre. Yo le dije que eso era imposible, que entre ella y yo teníamos un año de diferencia, que seríamos más hermanos que madre e hijo. Al negarme a firmar, su rostro cándido y dulce cambió por completo, parecía una auténtica diablesa, aterrado y temiendo por mi vida, cogí el bolígrafo que ella me ofreció y el contrato se cerró con fuego y sangre.

lunes, 8 de julio de 2013

…desciende, ángel sin corazón.

Ya no me queda tiempo. Hoy es mi quinto y último día,  ahora te miro y yaces a mi lado, has decidido quedarte hasta el final, aunque no sé si por cariño y por pena por la historia que te conté o por simple morbo de lo que ocurrirá al final del día.
 Te conocí en ese bar tan famoso en el centro de la ciudad, lo primero que me llamó la atención fue tus cabellos tan rojos como las paredes que adornan el bar, destacándote así entre la multitud de chicas a las que podría haber elegido. Estabas muy borracha y aún así escuchaste mi historia y accediste venir conmigo, no sin antes aceptar un contrato de pasar sólo una noche. Al segundo día decidiste quedarte hasta ver lo que podría pasar la noche del quinto día.
 En el tercer día decidimos no hacer nada, acostados en la cama de esta habitación rumbrienta. Te acurrucas hacia mí y me dices que mi corazón late muy aprisa. Yo te contesto que no tengo corazón, que soy un cascarón vacío carente de uno, que soy un ser que no debería de existir y que aún así existo, privado de libertad, y ahora, privado del tiempo.
 En el cuarto día nos contamos historias, verdades y mentiras. Y en medio de ellas te confieso algo, una verdad camuflada en mentira. Te cuento que de niño me encantaba volar, surcar el cielo azul y volar libre a rumbo desconocido. Pero que ahora lo aborrecía porque desde aquí arriba se veía mejor el Infierno. Tu me confiesas un relato que te pasó de niña, y que ahora te gustaría escribirlo y titularlo: “¿Dónde dices que te tocaba?”. Le digo que no me cuente más, que por el título era más que suficiente.
 Ya no me queda tiempo, es la noche del quinto día. Desde un lado de la cama te veo dormir, tus cabellos rojos te tapan ese lado de la cara que tanto te avergüenza y a la que me dejaste fotografiar. Sobre la mesita te dejo el dinero equivalente a estos cinco días. Me despido de ti. Me pregunto si desde aquí podré volar y ver el Infierno una última vez.

lunes, 1 de julio de 2013

Sábados improvisados

Noche de sábado improvisado, un cumpleaños al aire libre con tarta y demás pasteles, y girando alrededor nuestro, un pive que nos va dando vasos de plástico porque fuera del perímetro del bar no nos deja beber en cristal. Unos vinos tomados con prisa sin posibilidad de girar la copa y contemplar el fuego de la chimenea. Anécdotas de mermeladas de frambuesa kamikazes que crean un nuevo tipo de arte conceptual llamado “Arte Accidental”. Mujeres que orinan de pie al tiempo que opinan que una cesárea es un parto antinatural.
 Durante la noche suceden un millón de cosas, entre ellas una foto entre un “Fan Letal” y un millón de granos de café azules. El patio es para conspirar y elaborar planes, y por qué no…también para hacer sentadas y jugar al conejo de la suerte haciéndome revivir recuerdos amargos de colegio. A mitad de la noche a mi amiga le roban su bolso en el bar sin que nos diéramos cuenta. Salimos y vemos a tiempo quien lo tiene, mi amiga está tan indignada que a pesar de llevar puesto sus zapatos de tacón fino le da alcance al ladrón, le quita el bolso y le empieza a dar golpes con éste al ladrón hasta que llega la policía.