lunes, 30 de junio de 2014

Pervertido

Mi padre me había venido a recoger. Me pasé todo el día del sábado con mi prima y mis tías en su casa de campo.
 Habíamos hecho de todo, recoger algunas frutas del campo, comer al aire libre lo que habíamos preparado la noche anterior y lo recogido hoy, dimos largos paseos, y terminamos la tarde en bañándonos en la playa.

 Justo cuando terminó la película que mi prima y yo estábamos viendo, mi padre vino a recogerme. Me despedí de todos esperando ya con impaciencia el próximo fin de semana.
 Yo me encontraba agotada, ya era medianoche, y tenía unas ganas de tirarme en la cama.

 Pasamos por el centro comercial, nos paramos en uno de los semáforos en rojo, cuando una mujer, con poquísima ropa y de aspecto muy provocativo se acercó por el lado donde estaba mi padre.

-Hola guapo, ¿te apetece divertirte y montártelo con una pelirroja?

 Mi padre se quedó de piedra ante tal ofrecimiento y la rechazó dándole las gracias a la mujer. Ella no se daba por vencida y se bajó la pequeña camisa que llevaba y restregó sus pechos en la ventanilla. Sus pezones se hundieron hacia dentro mientras apretaba sus senos, éstos se hinchaban  como balones.
 Entonces fue cuando la prostituta me vio, dio un grito ahogado y le dijo a mi padre que era un pervertido que le iban las menores. Como una loca, la mujer empezó a gritar y a llamar a la policía, mi padre se bajó del coche y trató de convencer a la mujer de que yo era su hija, pero la mujer estaba tan desquiciada que no atendía a razones.


 En ese momento por detrás nuestro, llegó un coche patrulla de la policía, y la mujer corrió hasta ellos para decirles que mi padre era un secuestrador y un pederasta. Uno de los agentes redujo a mi padre contra el suelo poniéndole las esposas, mientras el otro agente venía hacia a mí sacándome del coche mientras me decía que no pasaba nada, que todo iba a ir bien. Yo le decía que él era mi padre, y que nos estábamos yendo a casa. El policía hizo caso omiso de lo que decía, solo insistía en tranquilizarme y tratar de buscar a mis padres.

lunes, 23 de junio de 2014

La chica del ascensor

Llegaba tarde al trabajo, llegué al edificio a duras penas. Entré en el ascensor como un rayo, pulsé para el piso treinta y nueve. Justo cuando se iban cerrar las puertas, una chica me pidió que le aguantara las puertas para que entrara.

 -Muchas gracias, no me apetecía nada subir cuarenta pisos andando.

 La joven se puso de espaldas a mí, mientras me decía algo sobre si es tráfico fue que la hizo llegar tarde, yo contemplaba absorto sus cabellos rojos. Entonces dijo algo que no comprendí y le pedí que me lo repitiera.

 -Disculpa, he dicho si me puedes bajar la cremallera del vestido.

 No entendí nada de lo que estaba pasando, dije que sí casi sin pensarlo, como algo natural como cuando te preguntan si quieres un vaso de agua y contestas que sí.
 Antes de que me diera cuenta ya le estaba bajando la cremallera.

 -Uff, gracias, hace muchísimo calor, y este vestido es muy incómodo como para haberlo traído hoy aquí.

 Se dio la vuelta y empezó a quitarse toda la ropa, no tenía ropa interior, y su mirada sensual estaba clavada en mí. No quise ser mal educado y miraba para otro lado, pero cuando le miraba a la cara, ella no dejaba de sonreír y  guiñarme el ojo.


 Llegamos a su piso, se marchó como Dios la trajo al mundo mientras se despedía diciéndome: “Tenemos que repetirlo otro día.”

lunes, 16 de junio de 2014

Niñas pijas

A mitad de la noche mientras esperaba la llegada de mis colegas, veo que en el patio entran tres “señoritas señoras” que no paraban de marujear sobre cómo les había pasado la noche con los chicos que habían intentado ligar con ellas. Acto seguido entran dos chicas jóvenes, y por lo que me pude enterar de la conversación, es que esas dos, son hijas de una de las señoras, y sobrinas de las otras dos.

 Las chicas jóvenes se encuentran molestas porque no las habían dejado entrar en el local de moda y su madre las arrastró hasta aquí. Intentan suplicar a su madre que intenten convencer al portero que las dejen entrar, pero su madre les responde que con dieciséis años non podrían hacerlo aunque el portero quisiera.

 Las jóvenes se resignan y vuelven a entrar en la pista de baile. Una vez dentro, se acercan al pinchadiscos de turno y una de ellas le pide música que se pueda bailar. El pinchadiscos la mira extrañado, agarra a la chica por los hombros y la pone de cara a la pista de baile y le dice: “Da tres pasos hacia delante, te mezclas con la gente y empiezas a mover los brazos arriba y abajo, el resto viene solo.”

 La joven suelta un bufido y junto con su hermana, se pierden entre la gente.

lunes, 9 de junio de 2014

Fusión

Fui de los pocos que salió vivo de ese infierno, ahora me encuentro afuera, atendido por unos médicos en una ambulancia. La policía tiene precintado el lugar, y los bomberos tratan de sofocar las llamas que yo mismo he causado.

 La noche parecía prometedora, no hacía frío ni tampoco mucho calor. Eso permitía que la mayoría de las chicas lucieran más sus esbeltos y bellos cuerpos, que sus vestidos pijos.
 Encontré al resto de los amigos que ya venían en coche, ya desde lejos se les podía oler la peste a colonia excesiva que se ponen esos tres. Antes de entrar a local de turno, nos dedicamos a vaciar las dos botellas de ron, y contarnos batallitas de salidas anteriores junto a amores fracasados.

 Cuando terminamos las botellas de ron, entramos listos para darlo todo. El local estaba abarrotado, y la música perforaba los oídos de manera progresiva. Antes de intentar ir de caza, me dirijo a la barra, ahí pido una copa, y mientras observo la fauna allí ingresada, observo entre el caos y la locura, cómo un grupo de chicas se vuelve histérica e intentan desapoderadamente llegar a la salida.
 Giro la cabeza al punto de origen, de donde ellas habían salido, y con sorpresa presencio cómo la gente se va fusionando.

 Oí decir a la gente que huía, que mientras bailaban se iban tocando los dedos entre ellos, y de esta manera se iban fusionando. Era ridículo, esto parecía como aquel serie de dibujos japoneses donde los protagonistas, tras un baile, fusionaban sus cuerpos.
 Pero aquí era distinto, repulsivo, todo el mundo que bailaba y tomaba contacto con los primeros en fusionarse, iban creando un amasijo de carne que se iba acumulando más y más, hasta crear una criatura extraña que lo devoraba todo.

 Mis tres amigos que se encontraban en la pista de baile también fueron fusionados, y sus rostros aparecen en el costado del amasijo con pena y dolor. No podía soportar más esa visión, así que cogí arias botellas y se las arrojé a la criatura, y cuando estuvo bien empapada, le lancé el mechero que me había regalado un amigo y que un mago no supo que era mío.

 La criatura, resultado de haberse fusionado a más de la mitad de los que estaban en la pista bailando, ardió sin remedio, sus gritos resonaban como mil voces al unísono. La criatura era tan gorda que no podía moverse y sólo agitaba sus enormes brazos en un intento desesperado de sofocar las llamas.


 El resto es confuso, sé que llegó la policía, los bomberos y las ambulancias. 

lunes, 2 de junio de 2014

El número de teléfono

No entendía muy bien lo que había pasado aquella noche, recuerdo el olor a comida quemada, gente que no sabía que era el gofio y un imbécil borracho que no paraba de llamarme gordo.

 La rubia, que es novia de un chico que conoce un amigo mío, no para de arrimarse y acariciar al susodicho amigo, ¿demasiada amistad en poco tiempo? ¿Borrachera? Sólo sé que un tercer tío está celoso y se quiere tirar a la novia rubia de su amigo. Pero mi colega ya tiene todas las papeletas.

 No recuerdo cómo llegué allí. La camarera me invita a su última copa, no la rechazo, mi corazón esa noche está vacío, de algo hay que llenarlo. Un tipo, al lado mío, me empieza a contar historias, sobre telenovelas, vírgenes paralíticas. No me interesa, me vuelvo y a mi otro lado hay un tipo repugnante, enano y feo vestido de negro que no para de contar historias absurdas, y de decirme que le parezco interesante para unos relatos.

 El camino fue largo, esquivando borrachos, y comedores de carne quemada a 1 €uro, piso unos cuantos charcos de meados hasta llegar a ese bar tan conocido situado en el centro de la ciudad. Una vez dentro, el DJ, va descamisado, supongo que será de Madrid, pero por sus pintas parece natural de la isla, ahora no puedo asegurarlo.
 Alguien me hace cosquillas, rezo porque sea una tía buena y me la pueda llevar a casa, pero noto sus dedos muy anchos y fuertes, y efectivamente, no se trata de una pibita, es un colega amante del rock que le encanta las fotos de conciertos que hago.

 Durante un par de horas mantengo conversación con un tipo que vino en cholas porque había perdido su zapato derecho, con esa afirmación me desmontó por completo, ya que se supone que uno de los protocolos que han de llevarse a cabo en una invasión alienígena, es que los extraterrestres te dejen sin el zapato izquierdo. Una vez más, el cine nos demuestra que todo es falso.

 Antes de acabar tan surrealista noche, me encuentro con una amiga de la infancia, no la había visto desde hace tres semanas, al saludarme me picó como siempre, produciéndome quemaduras en mi hombro izquierdo.
 Me dijo que ya tenía unos gatitos nuevos en su casa, y que hacía tiempo que no me pasaba por allí, entonces me pidió mi número de teléfono para invitarme a comer a su casa, ante tanta molestia que podría causarles le dije que no hacía falta darle mi número, que ya podíamos contactar mediante el Assbook o por correo. Ella hacía caso omiso a lo que le decía, y empezó a escribir mi nombre en su agenda. Le insistí que no hacía falta darle mi número, entonces ella se rebotó, me dio un bofetón, y me dijo que a mediodía había hecho rosbif con chocolate. Le pregunté qué era un rosbif de chocolate, ella me dijo que ahora no me lo iba a decir hasta que le diera mi número de teléfono, y se marchó indignada y con lágrimas en sus ojos hacia su coche.