martes, 7 de abril de 2015

33 cl.

Todo lo que sabemos de él, fue que no se tomó sus 33 cl. de costumbre.
 Aquella mañana era muy calurosa, me había puesto a la sombra y no sabía cuánto tiempo estaríamos todos aquí. Me enviaron para fotografiar el posible desahucio de una familia. La policía formaba una línea férrea frente a unas personas vestidas de verde, posiblemente de alguna asociación, para que no echaran a esa familia de su casa. Casi todos los medios de comunicación estábamos ahí, cuando el que faltaba hizo acto de presencia. Hoy la cámara fue la rubia, buena chica y todo eso, pero yo prefiero a la que siempre viene de azul. Su compañero se baja y me hace el saludo de los rockeros, le devuelvo el saludo con un gesto con la cabeza y me aproximo a donde está mientras su compañera cogía recursos.

 -¿Qué tal? No nos veíamos desde el último concierto de los “Adaptatoides”
 -¿Cómo quieres que me encuentre? Pues mal…todo esto es una mierda.
 -No me digas que hoy no te tomaste tus 33 cl.- Empecé a preocuparme, aquello de que no se tomara sus 33 cl. era muy grave.


Se apartó de mi lado y se dirigió al maletero de su coche, en el interior pude ver que habían dos cubos, uno lleno de corazones de peluche, y el otro cubo rebosaba de piedras. Mi compañero de medios cogió un buen puñado de piedras y sin previo aviso los lanzó contra la fila de  policías que permanecían desconcertados. Él lanzaba más y más piedras mientras soltaba improperios, ante tal espectáculo no me quedó otra que fotografiar aquel  momento y ver cómo por sorpresa, la policía huía despavorida y chillaban como niñas pequeñas. Las personas que iban de verde gritaban y vitoreaban al lanzador de piedras, que aún seguía en estado iracundo hasta que su compañera le trajo una Coca Cola de 33 cl. para calmarse.