lunes, 6 de junio de 2016

Encerrados vivos (33 cl parte 2)

La convocatoria para la rueda de prensa estaba situada en una nave en medio del desierto. La noticia consistía en el traslado de materiales de una nave a otra, demoler la nave grande para reducir el impacto medioambiental.
 Nos reunimos todos, los representantes de la empresa y los máximes representantes del gobierno estaban ya aquí. Los demás medios estaban recogiendo totales de estos trajeados, los fotógrafos se mataban por tener el mejor ángulo. Yo no me había podido tomar mis 33 cl, y mi ira ante tal esperpento iba en aumento. Mi cuerpo comenzaba a temblar, el sudor me recorría el cuerpo junto con picores abrasadores en la espalda. No podía aguantar más la situación, mi ira me domina, me dirijo a la entrada de la nave y cierro la puerta desde fuera. Mis piernas no me sostenían de la emoción. Oigo con alegría distópica cómo dan golpes a la puerta, sus gritos son como cánticos en mis oídos. Pero lo que no saben los muy imbéciles, es que ahí dentro y en medio del desierto, no hay cobertura de móvil.
 Han pasado veinte días desde que los dejé encerrados. Cada día veía cómo se iban consumiendo. Desde una ventana en la que podía ver la nave, observaba sus lamentables y penosos estados.
 Al principio no hacían otra cosa que pedirme que los dejara ir. Luego de un tiempo, vinieron los insultos y las amenazas. Pero cuando el hambre y la desesperanza les hicieron mella se fueron autoconsumiendo hasta llegar a un estado de rendición absoluta.

 Los observo consumirse, los observo perecer. Solo quiero ver el mundo arder.

lunes, 4 de abril de 2016

Ellos

Hasta hace poco este edificio estaba deshabitado. Sus muros grises y sin terminar por la falta de dinero, muestran diariamente al público sus asquerosas entrañas. Todos los días pasaba por delante y veía cómo se iba consumiendo hasta tal punto que parecía que en cualquier momento se fuera a desmoronar.
 Pero sin darme apenas cuenta y en poco tiempo, he sido testigo de que este grandioso edificio en otros tiempos, se ha convertido en el refugio de muchos gatos. Al principio podía ver a uno, dos, tres a lo sumo. Pero ahora es como un santuario gatuno. Gatos de todo tipo, la mayoría mutilados por algún accidente, otros recelosos de presencia humana y los más atrevidos se atreven a maullar de manera inocente a un palmo de la valla.
 Me he estado preguntando cómo de unos pocos gatos se haya convertido en tan poco tiempo en una verdadera comunidad. Y la respuesta se encuentra en “ellos”. Ellos, esas personas anónimas que dejan alimentos y agua cerca de estos animales. Ellos, esas personas normales que se cruzan contigo cada día, pero que no sabes de su implicación desinteresada por intentar cuidar de animales inocentes que se han quedado en la calle.
 Ellos están ahí, en las manifestaciones, en el día a día poniéndoles voces a los animales para que personas que como yo y como tú, seamos capaces de oír.
 No al maltrato animal, no a las peleas entre animales, no al abandono. Ellos están ahí para actuar, dar de comer y de proteger.
 Hasta hace poco este edificio estaba deshabitado. Ahora el ayuntamiento ha decidido tapiarlo con los gatos dentro. Paso por delante del edificio, los trabajadores ya están listos para tapiar. Pero "ellos" ya están ahí, ellos son su voz.