lunes, 6 de junio de 2016

Encerrados vivos (33 cl parte 2)

La convocatoria para la rueda de prensa estaba situada en una nave en medio del desierto. La noticia consistía en el traslado de materiales de una nave a otra, demoler la nave grande para reducir el impacto medioambiental.
 Nos reunimos todos, los representantes de la empresa y los máximes representantes del gobierno estaban ya aquí. Los demás medios estaban recogiendo totales de estos trajeados, los fotógrafos se mataban por tener el mejor ángulo. Yo no me había podido tomar mis 33 cl, y mi ira ante tal esperpento iba en aumento. Mi cuerpo comenzaba a temblar, el sudor me recorría el cuerpo junto con picores abrasadores en la espalda. No podía aguantar más la situación, mi ira me domina, me dirijo a la entrada de la nave y cierro la puerta desde fuera. Mis piernas no me sostenían de la emoción. Oigo con alegría distópica cómo dan golpes a la puerta, sus gritos son como cánticos en mis oídos. Pero lo que no saben los muy imbéciles, es que ahí dentro y en medio del desierto, no hay cobertura de móvil.
 Han pasado veinte días desde que los dejé encerrados. Cada día veía cómo se iban consumiendo. Desde una ventana en la que podía ver la nave, observaba sus lamentables y penosos estados.
 Al principio no hacían otra cosa que pedirme que los dejara ir. Luego de un tiempo, vinieron los insultos y las amenazas. Pero cuando el hambre y la desesperanza les hicieron mella se fueron autoconsumiendo hasta llegar a un estado de rendición absoluta.

 Los observo consumirse, los observo perecer. Solo quiero ver el mundo arder.