Después de una mala noche en la que me hacen esperar una
hora fuera del local, y de un servicio bastante pésimo, me dispongo a preparar
“un cigarrito” antes de entrar en mi humilde morada. Sentada en la acera para
disfrutar de mi pitillo, se me acerca un hombre bastante borracho, se sienta a
mi lado y al pobre le faltan algunos dientes. Me empieza a hablar, pero está
tan borracho que no le entiendo y al olerle el aliento hace que me maree.
Decido marcharme a mi casa por la incomodidad de la situación. El hombre me
sigue mientras hace eses, llego a casa y el tipo se queda en el umbral de mi
puerta y me dice: “¿Estás sola en casa?, ¿a ti te gusta?- y de repente se baja
la cremallera y me enseña a su pequeño “amigo calvo”. Con indiferencia le
cierro la puerta en las narices. Voy a la cocina cojo un pepino y corto algunas
rodajas para ponérmelas en la cara y el resto del pepino para ponérmelas en
otro sitio.