MICRORRELATOS

  • Hace muchísimo tiempo que no les veía juntos. Cuando la vi me puse muy contento, Ambos me miran desde detrás de un cristal, lloran, yo ya ni me puedo mover, un hombre se me acerca con una jeringuilla y me dice que no sentiré nada…lo último que veo son sus rostros tristes y sus manos, después de mucho tiempo, entrelazados…

  • A ella la conozco como “la chica de la ventana”, ella me conoce como “el chico vestido de negro”. Siempre la veo desde esa ventana, y con mi monotonía hemos llegado a ser amigos de vista. Nunca la he visto salir, siempre está allí, mirando el paisaje con una mirada melancólica. Hoy no la he visto, en su lugar había un ramillete de flores y un cartel de “se alquila”.

  • Le acariciaba el pelo mientras olía su perfume, mis labios pasaron su cuello, al tiempo que mi otra mano tocaba uno de sus pechos…la agarré con fuerza hasta la mesa y ahí empezó la acción, íbamos sincronizados, al principio lento, hasta llegar a fuertes sacudidas y al final…CLIIIING…se abren las puertas del ascensor y la rubia se baja en el cuarto piso, dejándome solo…¿Será verdad que los tíos solo pensamos en sexo?

  • Sumido en mis propios pensamientos una chica me saluda, no sé quién es, la saludo por inercia,  me vuelvo para comprobar quien es y me saluda con la mano y una sonrisa. Trato de seguirla pero la pierdo entre la gente, de vuelta por el mismo camino veo un cartel de “desaparecida” con la foto de la chica que me había saludado.

  • Sentado en un banco del parque se me acerca una joven de buen aspecto. Al principio no nos dijimos nada, luego ella empezó a hablarme de la Vida, de cosas existenciales. Cuando me preguntó que qué sentido tenía vivir, no la respondí. Acto seguido se levantó, y se tiró al mar. No soy ni me sentí un héroe, ya era tarde y me fui a casa.


  • A cada paso que damos me voy preparando, me ajusto la boina, marco el paso, y al principio hago que no la veo. Ya cuando nos cruzamos mi pulso se acelera y en ese momento la miro a los ojos. Ella lo sabe de sobra y me responde con la mejor de sus miradas, la saludo con un gesto y una leve sonrisa. Se marcha, no hay más, y yo, con una mano en el pecho siento un vuelco en el corazón.


  • Creo despertar en mitad de la noche, frente a mí, veo una figura que no reconozco. Creo que desde hace rato que nos observa, no me puedo mover, ni tampoco quiero. Cierro de nuevo los ojos esperando a que se vaya.



  • Paseaba por la playa cuando en la orilla encontré una botella. En ella introduje mi móvil con un mensaje de texto. Una declaración de amor a esa chica a la que siempre había amado, de cabellos de ébano y mirada melancólica. Tiré al mar la botella, y ésta se iba alejando hasta el horizonte.


  • Se siente débil, antes de dejarlo ahí le habían dado su última paliza. Lleva cuatro días sin comer y está atado en un coche abandonado. Las heridas son profundas. Pasa el tiempo, ya ni se puede levantar, cierra los ojos mientras los gusanos le van comiendo por dentro.

  • Después de dejar a mis hermanas en el instituto, veo cada mañana a ésa chica sentada en la parada de guagua. Siempre está con un libro infantil leyéndolo una y otra vez. Y me da la sensación de que estuviera leyendo ese libro a alguien a su lado, alguien pequeño que no está ahí. El semáforo se pone en verde, me marcho, mañana será otro capítulo.


  • Miraba la tele, cuando una figura emergió de la oscuridad, me profetizó una hora más de vida. Mi novia no respondía al móvil. Cogí el coche y me dirigí a su casa, la quería ver, quería pasar mi última hora con ella. Al llegar, ella estaba en la cama con una docena de tíos, mi horror fue tal, que al salir caí por las escaleras, se acabó el tiempo.

  • En el hospital siempre conversaba con mi compañero de habitación. A él le tocó la ventana y siempre me contaba lo maravilloso que era el paisaje, niños jugando, familias paseando por el jardín. Cuando murió ocupé su cama y al mirar por la ventana ésta daba al edificio de enfrente, no había tal paisaje, al tiempo me dijeron que mi compañero era ciego.


  • Había una vez un marinero que miraba el mar pensando si algún día sería capaz de descubrir el amor verdadero. Al mismo tiempo una sirena contemplaba las nubes del cielo con ese mismo pensamiento. El marinero y la sirena cruzaron sus miradas, éste quedó “prendado”, cogió una red y la pescó. Preparó los utensilios de cocina y se dispuso hacer sashimi de sirena.


  • Nunca había conocido a una chica a la que le gustara estar gorda, todos los días se mira en el espejo y se pone de perfil acariciándose la tripa. Cuando pasea muestra orgullosa su panza y cuando se ve reflejada en los cristales se muestra muy coqueta. Y es que no hay nada tan hermoso como algo creciendo en tu interior. Una vida.


  • Me encuentro en una casa en abandonada, no la reconozco, no me suena de nada. Al salir, el alba hace acto de presencia, y veo dos álbumes de fotos. Cojo uno de ellos y veo fotos de una pareja tomada en los 80. Mi sorpresa es mayor cuando al seguir mirando el álbum, hay fotos mías de pequeño con mis padres y con esa pareja desconocida.


  • Por el Paseo veo una estatua viviente, le hecho una moneda y le grabo al moverse, hace como que tira su flecha, se le escapa y le ensarta a una vieja. No logro grabarlo y le pongo otra moneda para que lo repita.


  • Voy subiendo una montaña, desciendo y subo otra. Llego agotado a un claro y descanso junto a un pozo. Desde ahí veo que me falta poco para llegar. Al día siguiente me encuentro en mitad de un bosque frondoso, camino durante horas y por fin llego a mi destino. Dentro de esa cueva se encuentra las Puertas del Paraíso.


  • Me duele mucho la cabeza, estoy muy cansado. Ella me coge fuerte de la mano, llora, a mi me queda poco tiempo y le digo que huya. Ella dice que no, que estaremos juntos. Le doy las gracias y le digo que me siento feliz de haberla conocido. El dolor desaparece y cierro los ojos. Ella grita mi nombre, pero yo, apenas la oigo ya.


  • En la habitación del hospital veo a mi mujer. Entonces recuerdo todos aquellos momentos vividos juntos. Aparece la enfermera y le dice a mi mujer que la hora de visita terminó. Ella se despide entre lágrimas. Y yo, me quedo de pie mirando mi propio cuerpo postrado en esta cama del hospital.


  • Ella yace silenciosa a mi lado. Sus lágrimas ya no significan nada, ahora soy un recuerdo para ti. El amor que nunca me diste te lo doy yo a ti. Ahora no hay nada que puedas hacer, solo dormir en mi memoria, ésta nana cerrará tus ojos...mi querida madre. 



  • Frente al ordenador veo todas las fotos hechas durante el año. Veo miles de caras desconocidas, políticos, eventos, conciertos, fiestas y amistades. Pero yo no salgo en ninguna, todo un año fotografiando me ha convertido en un mero espectador de mi vida.Es como si no existiera. Apago el ordenador y me voy a fotografiar a la vecina de enfrente.


  • Me despierto en medio de la madrugada, algo carraspea la ventana, no logro ver qué es. A continuación oigo pequeños pasos correteando por mi habitación. Me quedo quieto un rato, y cuando trato de levantarme no puedo, una especie de hilandera me tiene atado. Y entonces las veo, subiendo hacia mí, unas arañas hambrientas de mi carne.


  • La veo desde lejos, se ha puesto muy guapa, y se ha colocado una rosa para que la reconozca. Me gusta su mirada, aunque melancólica, expresa cierta excitación, como la que yo tengo. Ella me ve, se levanta y empieza a gritar. Me escondo en la habitación y recojo mi equipo fotográfico de la ventana.


  • Casi todos los días le voy comprando cómics a esa dependienta de mirada melancólica y cabellos de ébano que me tiene encandilado. He ido sumando cómics sin leerme ninguno sólo por pasar un momento con ella. Hace dos semanas que voy a la tienda y no la veo. Desenvuelvo los cómics y, apesadumbrado, veo confesiones de amor escritos por ella.


  • Mi novia me acaba de dejar porque dice que encontró el amor "verdadero" en su mejor amiga. Y yo, sentado en el banco donde me acaba de abandonar, veo a un niño acercándose a un árbol con protección solar en las manos. Y le oigo decir: "Tranquilo árbol si te pongo esto no te incendiarás". Y se fue corriendo con una sonrisa.

  • Veo a una joven, no para de gritarme, de frustrarse, me incomoda. Dice que es mi hija. No la recuerdo. Ella llora y se marcha. No recuerdo qué hago aquí, este sitio me agobia, entonces varias personas me encierran en una habitación que no reconozco. Una chica me da de comer, veo que está triste, y le tomo la mano. Sorprendida, ella se alegra y me pregunta si la recuerdo. Le digo que no. Y la chica rompe a llorar en mi regazo.



  • Descuelgo el teléfono, oigo la voz suave de una mujer, me resulta familiar. Hablamos durante un rato, y antes de colgar me dice que me echa de menos y que me quiere. Ahora sé quien es, es mi mujer. Miro el cable del teléfono y lo desconecto, y aún ella me sigue hablando. Y yo, rompo a llorar.



  • Estoy en casa de una amiga, me acomodo en el sofá y en la mesita veo una foto de una mujer que me da la espalda y contempla el mar. Miro atentamente y veo que la mujer de la foto se da la vuelta poco a poco, hasta que veo su rostro y sus ojos con lágrimas de sangre. Oigo a mi amiga acercarse, y le pregunto dónde tiene las compresas para su amiga de la foto.


  • Despierto de una pesadilla, soñé con un mundo lleno de injusticias, intolerancia y maldad humana. Miro a mi mujer, ella es lo que hace que esta vida sea mejor. Un momento, ¿mi mujer?, pero si soy tan feo que no se arrima una piba a mi lado ni por error. En cuanto la toco, despierto realmente en este mundo, esta realidad, la pesadilla.


  • Todas las semanas esa chica viene a comprar un par de zapatos. Se prueba todas las del escaparate, con una sonrisa te pide las de su talla, y con alegría contagiosa hace que sonrías cuando las prueba frente al espejo. Al fin se decide, le cobro los zapatos, y alegre, se aleja en su silla de ruedas.


  • Recogiendo en el desván, encuentro un viejo libro. Con dificultad abro el libro, de el emerge una luz amarilla que me obliga a cerrar los ojos, al abrirlos, veo el rostro de una mujer saliendo de entre las páginas del libro. La llamo Caralibro, y a ella parece gustarle.
 
 
 
  • Me despierto y lo veo todo verde, me siento bien, miro por la ventana y toda la ciudad resplandece de verde esmeralda. Todos los de la ciudad también lo ven todo en verde y todos nos sentimos bien. Más tarde nos enteramos que el artista local nos pintó a todos los ojos con pintura verde mientras dormíamos, en un acto de performance.
 
 
 
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