lunes, 20 de octubre de 2014

Amores y Venganzas

Me hiciste mucho daño. Yo te quería, y lo que me ocasionaste fue dolor. Cuando te vi por primera vez, sentí mi corazón hincharse. Éramos dos extraños compartiendo nuestros pasos. Y con el tiempo llegamos a conocernos el uno al otro.
 Caminamos juntos y te abrí los ojos a las maravillas de este mundo. Compartimos nuestras vidas y llegamos a sentir la felicidad. Tus éxitos y alegrías también fueron míos. Cuanto más me dedicaba a ti, más era mi amargura. Echaba de menos lo que perdí, mientras tú te alejabas de mí.


 Tanta soledad, tanto vacío. Cada vez que intentaba hablarte me gritabas, me hacías daño. Mi propia existencia carecía de significado. Tenía que poner fin a este dolor, tenía que marcharme.
 El dolor, la pena, la soledad y la culpa son intensos aquí. Ni te imaginas cuántos somos, cuanto odio han ido acumulando por los años. Ven, únete a nosotros, deja que la culpa te invada y te consuma. Ven.


¡Oh Dios mío!, ¿qué es lo que hemos hecho? ¿Cómo hemos llegado a este punto? No sabía de todo el amor que profesabas hacia mí hasta que fue tarde. No sabía todo el dolor que te estaba causando. Es imposible que te pida perdón ahora, ¿verdad?
 Todo lo que yo quería era hacerte feliz, pero no sé qué es lo que pasó para que llegáramos a esta situación. La presión, el agobio; te gritaba, me gritabas. El alcohol y salir con otra gente fue mi vía de escape, pero yo te quería.


-¡¡¡NOOOO!!! No me abandones por favor.
-Ya hemos hablado de esto muchas veces, no puedo soportar esto mucho más.
-No te vayas, haré lo que quieras, puedo cambiar…sé que puedo cambiar…
-Déjalo ya por favor, sabes que nos hemos ido dando segundas oportunidades y seguimos igual de infelices, esto tiene que acabar.
-Te quiero…no puedes irte, si te vas yo…
-Se acabó, ¿es que no puedes entenderlo? Deja ya de montar el espectáculo.
-NO PUEDES HACERME ESTO, NO TE DEJARÉ, yo…no me abandones…


 En las profundidades del bosque es donde encuentro tu cadáver colgando de un árbol. La belleza que una vez vi en ti, ahora había desaparecido, no quedaba más que carne muerta y gusanos comiéndote desde dentro. Recuerdo el día que te conocí, recuerdo la noche en el que te abandoné, y ahora, volvemos a estar juntos.

 Tú eras la que me llamaba, me incitabas a venir aquí. La culpa de haberte dejado, junto con tu sed de venganza, provocó que yo apareciera en este preciso lugar. Tú ya lo sabías, y por eso dejaste una soga de más a tu vera. Haré lo que he venido a hacer. Solo quiero que sepas, que siempre te había amado.

lunes, 6 de octubre de 2014

Entre sábanas

Los cuatro estábamos ya en las últimas, pero aún así nos dirigimos hacia ese bar tan conocido situado en el centro de la ciudad. Entre la multitud de la gente perdí a dos de ellos; mi restante amigo y yo fuimos a pedir unas copas en la barra, en la que nos atendió un tipo con gafas sin cristal que contaba chistes buenísimos.

 Antes de que mi amigo se diera cuenta, una joven nos estaba mirando con intensidad, mas concretamente, miraba con lujuria a mi amigo. La chica tenía un cuerpo de infarto, unos ojos grandes y el pelo corto; vestía como si acabara de salir de un taller pero aún así, tenía su morbo.
 Le doy un codazo a mi amigo y le digo que ahí hay una chica que parece interesada en él. Me suelta un bufido diciéndome: “¿Otra más que necesita mi “rabo”? ¿Cuándo me van las tías a dejar en paz una noche con los colegas?” Se encontraba tan indignado que se pidió otra copa aún más cargada que la anterior.

  Yo me alejé de la barra para que la chica tuviera campo libre, y como si adivinase mis intenciones se acercó a él, nada más marcharme yo. Desde una distancia prudencial, ya que no quería perder de vista a otro colega más y quedarme solo, presencié con todo lujo de detalles cómo la chica iba a saco con él. La joven le susurraba en el oído cosas guarras mientras le agarraba el “paquete”, le daba besos y caricias detrás de las orejas. Y él, se quedaba quieto como un imbécil que no se daba cuenta que había una chica que quería que le comiera el postre.

  Al final la chica se marchó decepcionada, me acerqué a mi amigo y le dije que cómo podía haber desaprovechado una oportunidad así, que en lugar de levantarse con él, lo hará sola entre sábanas vacías mientras el sol de la mañana toca su rostro recién bañado en lágrimas. Él me contestó: “No tío, no.”

lunes, 29 de septiembre de 2014

Promesas y mentiras

  Me mentiste, me prometiste que siempre estaríamos juntos. Al principio no fui más que un instrumento para que lograras tus objetivos. Acepté sumiso porque a pesar de tu frialdad, tus metas eran honorables.
 Pasamos por muchas cosas, con el tiempo llegaste a apreciarme, y junto con el sacrificio de ella, cambiaste para mejor.

  Me prometiste que siempre estaríamos juntos, me mentiste. No me aparté de tu lado en tus momentos de más necesidad. Te llevé en mis hombros, te ocultabas en mi sombra. Tu mirada letal y oscura no dejaba acercarse a nadie, pero yo fui el único en ver bondad en ellos. ¿Qué más necesitas para darte cuenta de que no quiero que te vayas?
 Es un dolor extraño morir de nostalgia por algo que no vivirás jamás. Ya nadie puede romperme el corazón porque ya no me pertenece.

  Siempre estaríamos juntos. Me mentiste. Resulta tan difícil desprenderse de aquello que da sentido a tu vida una vez hallado. No importaba con cuantas murallas protegías tu corazón, siempre encontraba una grieta por la que me colaba.
 Me guiaste por bosques frondosos, nadaste conmigo hasta las profundidades marinas y volaste a mi lado a través de las nubes.

  Me prometiste, me mentiste. Demasiados ocasos a tu lado, la luz del crepúsculo te hacía bella, pero tu mirada era nostálgica y triste. ¿De verdad lo echabas tanto de menos? Yo estaba ahí…no era suficiente.
 Nuestros sentimientos cambiaron a medida que pasaba el tiempo, la despedida era inevitable. Prometiste que nos volveríamos a ver, prometiste que siempre estaríamos juntos. Me mentiste.

  Me mentiste, me prometiste que siempre estaríamos juntos. Sé que es imposible y que nunca más te volveré a ver, sin embargo, no puedo evitar que mi corazón siga esperándote. Estaré aquí ahora, cuando el amanecer parezca lejano, cuando la paz y la esperanza empiecen a desvanecerse. Todavía seguiré ahí.

 Después de todo lo que hemos pasado llegó la despedida y con ella uno de los momentos más duros de mi vida. Y al final, terminaré solo, preguntándome si mereció la pena regalarte mi corazón. 

lunes, 8 de septiembre de 2014

Ciudad de Medianoche

  Me quedo esperando en el coche, esperando mientras veo la ciudad crecer, iluminarse de manera artificial. Espero tu oscuridad mientras bebo mi botella de vodka. La ciudad es mi religión.
 Tus lágrimas aparecen por el retrovisor, me bajo del coche, espero a que llegues. No terminas de hacerlo, un mensaje en tu móvil. Me miras con asco y lloras en los hombros de otro.

  No paras de llorar en su regazo, un sentimiento de celos y rabia nacen dentro de mí, mientras te veo desahogarte con él. Y él hace lo que tiene que hacer y que yo no me atrevo, te consuela, te seca las lágrimas. Me quedo esperando en el coche, veo la ciudad crecer, espero tu oscuridad mientras me termino mi segunda botella de vodka.
 Unos niños corren asustados y un todoterreno va tras ellos y se meten en un callejón, lo último que veo es el todoterreno volar hacia un edificio.
 Ella ya no está ahí. Me dejó en las penumbras iluminando a otro que acababa de conocer.


  Dejo que los lobos se coman mis piernas, ¿para qué las quiero ahora? Dejo que devoren mi corazón, ¿a quién le puede hacer falta un corazón negro y manchado?
 Los buitres luchan entre ellos por mis ojos, deliciosos por la maldad que han contemplado, por la tristeza del que fueron testigos. Ella ya no está. Sigo esperando en el coche, pero la ciudad dejó de crecer, ya no es mi religión, ya no creo en ella.


  Esperando en el coche, veo tus lágrimas por el retrovisor. Me bajo para esperarte, y por fin llegas a donde estoy. Te abro la puerta y te metes en silencio. Nos vamos sin rumbo fijo, tú dices que quieres ir lejos de todo y de todos, desaparecer de esta ciudad que te está consumiendo, de las luces artificiales que te van cegando. De los hombros y regazos de otros.
 Vuelves a leer el mensaje que te hizo separarte de mí. Ahora no lloras, ríes a viva voz, es una risa de liberación, sin temor. Arrojas el móvil afuera y terminas con mi tercera botella de vodka.


  Llegamos  a ese lugar lejano, el mar nos ofrece su aroma a salitre, fresco y recargante. Aún no ha amanecido, pero aún puedo ver tus ojos enrojecidos de tanto llorar.
 A unos metros de nosotros podemos ver a una joven que se mete en una barca, rema hacia el horizonte en busca de su padre.
 Las luces de la ciudad se van apagando progresivamente, dejando paso a la oscuridad más absoluta, antes del amanecer.
 Desde que llegamos ella no me dice nada, yo tampoco suelto palabra alguna, sus ojos azules me dicen todo lo que necesito saber. Saber que entre ella y yo no habrá nada, salvo una amistad artificial y superficial.

 Me quedo esperando en el coche. Esperando mientras veo una ciudad ya crecida, espero su oscuridad con los labios resecos. 

lunes, 1 de septiembre de 2014

Será que quiere "rabo"

Bajo la manta de estrellas de esta noche fresca y suave. Acostado entre dunas y arena, mis amigos y yo relatamos nuestros sueños. Ella, que la acabo de conocer, sorda, hermosa, y tan pegada a mí mientras me acaricia el hombro, no puedo evitar que será que ella quiere mi “rabo”.

 La música a lo lejos se va muriendo al igual que la noche. No podemos evitar el tener que volver, y mientras lo hacemos entre risas y secretos, nos cae agua de algún balcón de tal vez una pareja malfollada. Incómodos por dormir en camas separadas y que tal vez se dedican a arrojar agua a quienes pasen por debajo de su casa como estamos haciendo nosotros.


 Llegamos al coche, estaba abierto, es un milagro que nos no lo robaran. Dormimos lo que quedaba dentro del vehículo. Al cabo de unas horas unos golpes en la ventanilla nos despierta a todos. Era un señor de unos cuarenta años, en tanga, preguntándonos si queríamos sexo gratis con él. Mi amiga no se lo pensó, encendió el coche marchándonos como alma que lleva el diablo. La sorda aún duerme en postura de plankin en el asiento de atrás y su cabeza se sitúa en mi entrepierna. Está claro que lo que ella quiere es mi “rabo”.

lunes, 14 de julio de 2014

Orejas

Se encontraba inaugurando una exposición fotográfica, tenía unas fotos interesantes como la de una chica con unos globos, mujeres algo salidas y provocativas, junto con mujeres vaca y hombres cerdo.

 Mientras todos admirábamos sus obras, suena el teléfono del artista. Se disculpa y se aleja de nosotros para poder hablar con intimidad. Lo hace algo airado, no sabemos con exactitud con quien habla, podría ser su novia, novio, su agente o simplemente un amigo que no puede venir.

 Aprovechamos su ausencia para devorar los pequeños platos que nos van sirviendo, pequeños trozos de tortilla deconstruida, pinchos de gambas, galletas saladas con forma de murciélagos, pero a lo que yo ya tengo echado el ojo son a unos bocaditos de jamón serrano que están sabrosísimos.
 Pasa mucho rato con la ausencia del autor, que aún sigue hablando por teléfono. En una de las miradas que doy hacia él por si ha terminado, vemos que aún sigue hablando y hablando, no para de hablar y de gesticular de manera exagerada.

 Entonces me fijo en la oreja en la que utiliza el móvil, está roja como un tomate e hinchadísimo. El artista se percata de que le he estado mirando su oreja, y con sorpresa, vemos cómo se cambia la oreja por otra que se saca de la bandolera y mete en la misma su oreja hinchada y roja de tanto hablar.

lunes, 30 de junio de 2014

Pervertido

Mi padre me había venido a recoger. Me pasé todo el día del sábado con mi prima y mis tías en su casa de campo.
 Habíamos hecho de todo, recoger algunas frutas del campo, comer al aire libre lo que habíamos preparado la noche anterior y lo recogido hoy, dimos largos paseos, y terminamos la tarde en bañándonos en la playa.

 Justo cuando terminó la película que mi prima y yo estábamos viendo, mi padre vino a recogerme. Me despedí de todos esperando ya con impaciencia el próximo fin de semana.
 Yo me encontraba agotada, ya era medianoche, y tenía unas ganas de tirarme en la cama.

 Pasamos por el centro comercial, nos paramos en uno de los semáforos en rojo, cuando una mujer, con poquísima ropa y de aspecto muy provocativo se acercó por el lado donde estaba mi padre.

-Hola guapo, ¿te apetece divertirte y montártelo con una pelirroja?

 Mi padre se quedó de piedra ante tal ofrecimiento y la rechazó dándole las gracias a la mujer. Ella no se daba por vencida y se bajó la pequeña camisa que llevaba y restregó sus pechos en la ventanilla. Sus pezones se hundieron hacia dentro mientras apretaba sus senos, éstos se hinchaban  como balones.
 Entonces fue cuando la prostituta me vio, dio un grito ahogado y le dijo a mi padre que era un pervertido que le iban las menores. Como una loca, la mujer empezó a gritar y a llamar a la policía, mi padre se bajó del coche y trató de convencer a la mujer de que yo era su hija, pero la mujer estaba tan desquiciada que no atendía a razones.


 En ese momento por detrás nuestro, llegó un coche patrulla de la policía, y la mujer corrió hasta ellos para decirles que mi padre era un secuestrador y un pederasta. Uno de los agentes redujo a mi padre contra el suelo poniéndole las esposas, mientras el otro agente venía hacia a mí sacándome del coche mientras me decía que no pasaba nada, que todo iba a ir bien. Yo le decía que él era mi padre, y que nos estábamos yendo a casa. El policía hizo caso omiso de lo que decía, solo insistía en tranquilizarme y tratar de buscar a mis padres.

lunes, 23 de junio de 2014

La chica del ascensor

Llegaba tarde al trabajo, llegué al edificio a duras penas. Entré en el ascensor como un rayo, pulsé para el piso treinta y nueve. Justo cuando se iban cerrar las puertas, una chica me pidió que le aguantara las puertas para que entrara.

 -Muchas gracias, no me apetecía nada subir cuarenta pisos andando.

 La joven se puso de espaldas a mí, mientras me decía algo sobre si es tráfico fue que la hizo llegar tarde, yo contemplaba absorto sus cabellos rojos. Entonces dijo algo que no comprendí y le pedí que me lo repitiera.

 -Disculpa, he dicho si me puedes bajar la cremallera del vestido.

 No entendí nada de lo que estaba pasando, dije que sí casi sin pensarlo, como algo natural como cuando te preguntan si quieres un vaso de agua y contestas que sí.
 Antes de que me diera cuenta ya le estaba bajando la cremallera.

 -Uff, gracias, hace muchísimo calor, y este vestido es muy incómodo como para haberlo traído hoy aquí.

 Se dio la vuelta y empezó a quitarse toda la ropa, no tenía ropa interior, y su mirada sensual estaba clavada en mí. No quise ser mal educado y miraba para otro lado, pero cuando le miraba a la cara, ella no dejaba de sonreír y  guiñarme el ojo.


 Llegamos a su piso, se marchó como Dios la trajo al mundo mientras se despedía diciéndome: “Tenemos que repetirlo otro día.”

lunes, 16 de junio de 2014

Niñas pijas

A mitad de la noche mientras esperaba la llegada de mis colegas, veo que en el patio entran tres “señoritas señoras” que no paraban de marujear sobre cómo les había pasado la noche con los chicos que habían intentado ligar con ellas. Acto seguido entran dos chicas jóvenes, y por lo que me pude enterar de la conversación, es que esas dos, son hijas de una de las señoras, y sobrinas de las otras dos.

 Las chicas jóvenes se encuentran molestas porque no las habían dejado entrar en el local de moda y su madre las arrastró hasta aquí. Intentan suplicar a su madre que intenten convencer al portero que las dejen entrar, pero su madre les responde que con dieciséis años non podrían hacerlo aunque el portero quisiera.

 Las jóvenes se resignan y vuelven a entrar en la pista de baile. Una vez dentro, se acercan al pinchadiscos de turno y una de ellas le pide música que se pueda bailar. El pinchadiscos la mira extrañado, agarra a la chica por los hombros y la pone de cara a la pista de baile y le dice: “Da tres pasos hacia delante, te mezclas con la gente y empiezas a mover los brazos arriba y abajo, el resto viene solo.”

 La joven suelta un bufido y junto con su hermana, se pierden entre la gente.

lunes, 9 de junio de 2014

Fusión

Fui de los pocos que salió vivo de ese infierno, ahora me encuentro afuera, atendido por unos médicos en una ambulancia. La policía tiene precintado el lugar, y los bomberos tratan de sofocar las llamas que yo mismo he causado.

 La noche parecía prometedora, no hacía frío ni tampoco mucho calor. Eso permitía que la mayoría de las chicas lucieran más sus esbeltos y bellos cuerpos, que sus vestidos pijos.
 Encontré al resto de los amigos que ya venían en coche, ya desde lejos se les podía oler la peste a colonia excesiva que se ponen esos tres. Antes de entrar a local de turno, nos dedicamos a vaciar las dos botellas de ron, y contarnos batallitas de salidas anteriores junto a amores fracasados.

 Cuando terminamos las botellas de ron, entramos listos para darlo todo. El local estaba abarrotado, y la música perforaba los oídos de manera progresiva. Antes de intentar ir de caza, me dirijo a la barra, ahí pido una copa, y mientras observo la fauna allí ingresada, observo entre el caos y la locura, cómo un grupo de chicas se vuelve histérica e intentan desapoderadamente llegar a la salida.
 Giro la cabeza al punto de origen, de donde ellas habían salido, y con sorpresa presencio cómo la gente se va fusionando.

 Oí decir a la gente que huía, que mientras bailaban se iban tocando los dedos entre ellos, y de esta manera se iban fusionando. Era ridículo, esto parecía como aquel serie de dibujos japoneses donde los protagonistas, tras un baile, fusionaban sus cuerpos.
 Pero aquí era distinto, repulsivo, todo el mundo que bailaba y tomaba contacto con los primeros en fusionarse, iban creando un amasijo de carne que se iba acumulando más y más, hasta crear una criatura extraña que lo devoraba todo.

 Mis tres amigos que se encontraban en la pista de baile también fueron fusionados, y sus rostros aparecen en el costado del amasijo con pena y dolor. No podía soportar más esa visión, así que cogí arias botellas y se las arrojé a la criatura, y cuando estuvo bien empapada, le lancé el mechero que me había regalado un amigo y que un mago no supo que era mío.

 La criatura, resultado de haberse fusionado a más de la mitad de los que estaban en la pista bailando, ardió sin remedio, sus gritos resonaban como mil voces al unísono. La criatura era tan gorda que no podía moverse y sólo agitaba sus enormes brazos en un intento desesperado de sofocar las llamas.


 El resto es confuso, sé que llegó la policía, los bomberos y las ambulancias. 

lunes, 2 de junio de 2014

El número de teléfono

No entendía muy bien lo que había pasado aquella noche, recuerdo el olor a comida quemada, gente que no sabía que era el gofio y un imbécil borracho que no paraba de llamarme gordo.

 La rubia, que es novia de un chico que conoce un amigo mío, no para de arrimarse y acariciar al susodicho amigo, ¿demasiada amistad en poco tiempo? ¿Borrachera? Sólo sé que un tercer tío está celoso y se quiere tirar a la novia rubia de su amigo. Pero mi colega ya tiene todas las papeletas.

 No recuerdo cómo llegué allí. La camarera me invita a su última copa, no la rechazo, mi corazón esa noche está vacío, de algo hay que llenarlo. Un tipo, al lado mío, me empieza a contar historias, sobre telenovelas, vírgenes paralíticas. No me interesa, me vuelvo y a mi otro lado hay un tipo repugnante, enano y feo vestido de negro que no para de contar historias absurdas, y de decirme que le parezco interesante para unos relatos.

 El camino fue largo, esquivando borrachos, y comedores de carne quemada a 1 €uro, piso unos cuantos charcos de meados hasta llegar a ese bar tan conocido situado en el centro de la ciudad. Una vez dentro, el DJ, va descamisado, supongo que será de Madrid, pero por sus pintas parece natural de la isla, ahora no puedo asegurarlo.
 Alguien me hace cosquillas, rezo porque sea una tía buena y me la pueda llevar a casa, pero noto sus dedos muy anchos y fuertes, y efectivamente, no se trata de una pibita, es un colega amante del rock que le encanta las fotos de conciertos que hago.

 Durante un par de horas mantengo conversación con un tipo que vino en cholas porque había perdido su zapato derecho, con esa afirmación me desmontó por completo, ya que se supone que uno de los protocolos que han de llevarse a cabo en una invasión alienígena, es que los extraterrestres te dejen sin el zapato izquierdo. Una vez más, el cine nos demuestra que todo es falso.

 Antes de acabar tan surrealista noche, me encuentro con una amiga de la infancia, no la había visto desde hace tres semanas, al saludarme me picó como siempre, produciéndome quemaduras en mi hombro izquierdo.
 Me dijo que ya tenía unos gatitos nuevos en su casa, y que hacía tiempo que no me pasaba por allí, entonces me pidió mi número de teléfono para invitarme a comer a su casa, ante tanta molestia que podría causarles le dije que no hacía falta darle mi número, que ya podíamos contactar mediante el Assbook o por correo. Ella hacía caso omiso a lo que le decía, y empezó a escribir mi nombre en su agenda. Le insistí que no hacía falta darle mi número, entonces ella se rebotó, me dio un bofetón, y me dijo que a mediodía había hecho rosbif con chocolate. Le pregunté qué era un rosbif de chocolate, ella me dijo que ahora no me lo iba a decir hasta que le diera mi número de teléfono, y se marchó indignada y con lágrimas en sus ojos hacia su coche.

lunes, 21 de abril de 2014

Invasión alienígena

Nos quedamos todos en el concierto de Cadáver Depot, Sara Bang Billy hace acto de presencia y nos deleita a todos con su incomparable voz, que hace que nos enamoremos todos de ella.

  David va haciendo fotos del evento, lo hace con una cámara compacta de carrete,  dice que no quiso traer su cámara digital, que pensaba disfrutar del ambiente.

 Nos encontrábamos bailando al son de la increíble voz de Sara Bang. Cuando de repente la joven deja de cantar. Nos quedamos sin saber por qué lo hace, entonces nos dimos cuenta. Miramos todos al cielo y sin poder creérnoslo, vimos unos platillos volantes descendiendo a tierra.

 Uno de los platillos aterrizó frente al escenario. Durante un buen rato nadie se movió, y  la nave no dio señales de vida. Hasta que la puerta comenzó abrirse, bajaron entonces dos criaturas humanoides de complexión escuálida y de enormes cabezas, con grandes ojos y de piel gris.

 Al descender, uno de los alienígenas nos dijo que venían en son de paz, de intentar conocernos mutuamente e intercambiar información y tecnología. Y a mitad de discurso, el alienígena reparó en David, que sacaba fotos ante tal espectáculo. Se acercó a David, y le pidió permiso para observar el aparato con el que hacía las fotos.

 El alienígena se quedó sorprendido, su mirada de sorpresa hizo que nos pusiéramos todos nerviosos. Entonces el alien devolvió con desdén la cámara a David y nos dijo que la Tierra aún estábamos anticuados, que no nos merecíamos compartir su tecnología con nosotros. Se metió en su nave muy indignado y tal como vinieron se marcharon.


  Los que estábamos ahí, miramos a David con recelo, por su culpa nos habíamos quedado sin saber de los conocimientos del universo por no haberse traído su cámara digital, sino por ir en plan hipster con su cámara de carrete. Desde entonces, ningún ser humano volvió a dirigirle la palabra y fue borrado con tipp-ex del Assbook.

lunes, 14 de abril de 2014

Agua bendita


Se había celebrado el más grande evento de rock en el pueblo. Tres escenarios, doce bandas, el día iba ser el mejor de nuestra vida.

 El evento empezaba a las once de la mañana, y terminaría a las once de la noche. Preparamos lo que creíamos necesitar, comidas en tapers, botellas de vino, chuches y salados, y por supuesto, mucha, muchísima cerveza.

 Llegamos al lugar, el ambiente está a tope, mucha gente se congrega en los tres escenarios que están diseminados alrededor de la iglesia del pueblo. Hay mucha gente conocida, los veteranos del rock, los iniciados al mundo de la música, los técnicos de sonido que van a piñón colocando cables y probando el audio. Y los espectadores de siempre, viejos colegas y conocidos, hasta están presentes la nueva generación de nuevos punkis adolescentes.

 A mitad de la tarde, cuando nos disponíamos a merendar algunas croquetas, una serie de gritos nos llamó la atención. Miramos al unísono hacia el campanario de la iglesia, allí había un cura que no dejaba de gritar que todos los ahí presentes éramos unos herejes, unos adoradores del Diablo, que escuchaban la música compuesta por Satanás.

 El cura no dejaba de balancearse de un lado para otro, y algunos ya estaban haciendo apuestas de cuando se iba a caer. Después de insultarnos a todos, sacó de sus bolsillos un pequeño frasco, y mientras vertía el contenido sobre la gente ubicada en los diferentes escenarios, decía: “Que esta agua bendita expulse el Mal que reside en vuestro interior. Volved todos a ser criaturas del Señor.”

 Para nuestra sorpresa, la gente que recibió el impacto del agua bendita, comenzó a derretirse, toda esa gente huyó despavorida y buscaban refugio para no recibir el sagrado líquido elemento que el cura arrojaba, ya no desde su pequeño frasco, sino desde una manguera, provocando que lloviera agua bendita sobre nosotros.

 Los primeros en derretirse fueron algunos metaleros del escenario uno que seguían tocando pese a su muerte inminente. La mayor parte del público del escenario dos, compuesto en su mayoría por hippies, también se derretían y agonizaban.

 Mis colegas y yo seguimos con lo nuestro, a la espera que toquen el próximo grupo en el escenario tres: los grandes Cadáver Depot.

lunes, 7 de abril de 2014

Interrogatorio


Van llegando al punto de reunión después de haber terminado de comer. Como siempre me mantengo callado en las conversaciones, no creo que mi punto de vista aporte nada nuevo sobre los comentarios ya expuestos y no digo nada.

 Al darle unos sorbos a la bebida, noto como poco a poco, me va entrando el sueño, hasta que, sin saber cómo, pierdo la conciencia.

 Despierto en una habitación oscura, la única luz en el habitáculo, me da de lleno en el rostro. Apenas me puedo mover, estoy atado a una silla. En ese momento entran tres personas. Los reconozco enseguida porque también estaban conmigo de copas antes de perder el conocimiento.

 El chico de las rastas, me habla muy rápido, no le entiendo bien. Al tratar de decirle que me hable más despacio, el chico apenas me entiende porque según él, hablo demasiado lento.
 La chica que no me para de picar, se empieza a enfadar conmigo, y la chica pelirroja coloca la luz aún más cerca, y me preguntan por mi edad. No entiendo lo que está pasando, ¿por qué montarían tanto revuelo estos tres para preguntarme la edad? Me niego en rotundo a revelarlo.

 Permanezco durante un tiempo indeterminado solo y atado en la habitación. Estos tres personajes vuelven y no paran de preguntarme la edad, les pregunto por qué ese empeño, por qué me secuestraron y por qué de toda esta parafernalia. Como respuesta me gano un par de buenos bofetones por parte de la chica pelirroja, que al preguntarle por qué quieren que les hable de mí, se marcha de la habitación profundamente decepcionada.

 La chica que no me para de picar, me dice que soy un inmaduro, que debería decirles lo que quieren oír, y que mi testarudez solo sirve para darle la razón a ella.


 Al final me derrumbo, no puedo soportar tanta presión de estos tres, y lo confieso. Les digo mi edad, ya saben lo que querían saber. Me desatan y se van triunfantes, yo me encuentro tan agotado, que me quedo tirado en el suelo en posición fetal.

lunes, 31 de marzo de 2014

La chica

Hoy era uno de esos días en las que me apetecía salir. Normalmente me encuentro en mi oficina dibujando páginas de cómics, siempre estoy encerrado para poder entregar mi trabajo a tiempo. Pero hoy, algo me dijo que tenía que salir.
 El día parecía perfecto, el cielo estaba azul, las nubes pasaban raudos, la gente era más amable. Todo brillaba alrededor.
 Entonces la vi cayendo. Todo sucedía a cámara lenta, y podía verlo todo. No presencié el momento en el que saltó al vacío, sino cuando descendía. Era una niña de aproximadamente diez años, rubia de pelo largo que no dejaba ver por completo su rostro y llevaba puesto un vestido de rosas estampadas. Caía de espaldas, mi cabeza apuntaba al cielo, y mis ojos seguían la trayectoria arqueada que producía la niña.
 No sé si era el único que veía todo eso, pero no quería perderme ningún detalle, quería ver cómo acabaría todo esto. Se oiría un estampido contra el suelo, la gente cercana gritaría de miedo, de asco, o gritaría por gritar; todos se acercarían al cadáver y verían el cráneo de una niña abierto como un melón y su postura en el suelo sería cómica para algunos.
 Por un instante toda esta situación me pareció surrealista, por un instante vi algo que no me parecía posible. La niña descendía despacio a tierra firme, hasta quedarse acostada en el mismo asfalto que en una situación normal, varias personas estarían quitando una mancha humana con unas palas.

 La niña se acercó corriendo a donde me encontraba. Yo estaba con la boca abierta y pensando si todo esto era real. La niña se paró a centímetros de mí, y se arrancó un trozo del vestido, ofreciéndome una de las rosas estampadas. 

lunes, 24 de marzo de 2014

Party


Fotografía: Tami Sánchez.

Llegamos todos, poco a poco, pero en el salón ya estábamos todos. Nos disponíamos a jugar al Party and Co. El equipo al que pertenecía iba perdiendo porque no sabía dibujar una pérgola ni hacer bien una mímica de servir una caña.
 A mitad del juego, tocan a la puerta, la anfitriona nos dice que iba a venir el fontanero para revisarle las cañerías de la cocina, que podíamos seguir con el juego, pero decidimos parar y esperarla. Nos quedamos mirando las caras al tiempo que el fontanero explicaba filtros, agua contaminada, cañerías sucias, demostraciones con vasos haciendo que el agua se vuelva negra…
 Yo intento cortejar a una de las chicas, pero en un plis plas me manda a la mierda. El chico que tiene a su lado se aburre, y a cada rato suelta: “Tenemos hambre”.
 Pasa una hora desde que llegó el fontanero, la partida sigue a medias y aún no se decide el ganador. La chica a la que traté de cortejar, se pone de los nervios, se levanta y corriendo se dirige al baño. Todos creímos que iría a vomitar o que tendría el estómago flojo. Pero estábamos equivocados. Salió del baño blandiendo un desatascador y hecha una furia, y con un grito de guerra se dirigió al fontanero, le empezó a hostiar con el desatascador  hasta que tuvo que salir por patas de la casa.
 Vimos cómo le perseguía calle abajo, al volver, reanudamos la partida al Party, cuando ella se sentó a mi lado, me sonrió mientras agitaba el desatascador en el aire.

lunes, 17 de marzo de 2014

Retazos de un sueño que parecen recuerdos lejanos

De repente te veo, frente a mí, gritándome, llorando, tirando cosas al suelo, histérica, vesánica e iracunda. Yo permanezco frente a ti, cabizbajo, avergonzado, no entiendo cómo hemos podido llegar a esto. Mi corazón late acelerado, mis manos tiemblan y tú no dejas de gritarme.
 Te veo a cámara lenta, tu voz ya no me llega. Mis sensaciones en ese momento son un cúmulo de nervios, ira y vergüenza. Quiero cogerte de la mano, pedirte perdón, pero siento mi cuerpo muy pesado, y cuanto más me esfuerzo por intentar moverme, menos quiero hacerlo.
 Quiero creer que esto no está sucediendo de verdad, hasta hace un momento estábamos bien, y de sopetón, una vorágine de gritos y enfados chocaban en las paredes de nuestra casa.
 Sigues arrojando cosas, es entonces cuando coge la cámara de fotos que le regalé hace años. Me lo arrojas con furia, el objeto viene hacia mí, también lo hace a cámara lenta, y mientras observo la trayectoria de la cámara hacia mi cabeza, voy recordando la noche en que se la di.
 Ella se marchaba a vivir lejos de todo, y de todos. Aún quedaba dos semanas antes de que se fuera, y me dijo en un tono bromista: “Quiero que me regales una cámara de fotos”. Yo le dije en un tono similar al suyo: “Vale, eso será mi regalo de despedida”.
 En la última noche con ella, esperé el momento adecuado, y cuando ella abrió la caja y vio que efectivamente le había regalado lo que ella me había dicho en broma, unas lágrimas se asomaron por sus ojos. Fue entonces cuando me abrazó por primera vez, sentí la calidez de sus brazos y su aliento en mi oído al decirme “gracias”.
 No hice nada para evitar el impacto, caí de espaldas, noté la sangre correr por mi frente...Al despertar, miré al techo, extendí mi brazo en busca de su calidez al otro lado de la cama. Pero ella no estaba allí, nunca había estado allí. Siempre he estado solo. Ella se marchó hace tiempo. Le había entregado mi corazón, pero ella nunca lo supo.

lunes, 10 de marzo de 2014

Sueños de futuro



Ella se encontraba ahí, acabada de la vida, aprovechó el último día de los carnavales  para poder desahogarse con sus amigos que no veía en tiempo. Éstos se fueron marchando progresivamente, ella se quedó con sus otros amigos, pero ya estaba más que perjudicada, y aún así siguió ingiriendo más alcohol porque sentía una pena profunda que sus amigos la dejasen sola, incluso después de venir a buscarla.

 Sentada en la barra, hablando con un amigo, se sentía frustrada porque nadie aceptaba beber de la copa que ella ofrecía, incluso su amigo fingió beber para no decepcionar la pobre borracha que introducía su lengua hasta en las cavidades más profundas de bocas de amigos no heterosexuales.

 Después de pasarse horas bailando, bebiendo y de darlo todo, la joven se siente cansada y se va adormeciendo. No se puede levantar, se encuentra pesada y con ganas de vomitar. Un amigo se le acerca por si necesita apoyo.

  La chica comienza a hablar entre sueños, sobre su pasado, de las cosas que quería hacer cuando fuera mayor y de las decisiones que le hubiera gustado escoger. Pero la realidad le hace tomar un camino totalmente diferente, habla de su madre, ésta le dice que estudie algo que le pueda dar independencia y economía, que más tarde podrá vivir todo lo bohemia que ella quiera.
 Odia su trabajo, la gente a la que atiende. Odia que todo el mundo se dedique a lamer culos y que para escalar puestos en el trabajo no sea por la capacidad, inteligencia o las ganas de trabajar, sino mediante favores sexuales.

 Algo la hace despertar, mira a su compañero y se viene abajo, comienza a llorar como una plañidera. Se seca las lágrimas con los pelambres de su peluca, parte del disfraz que ella venía encarnando a su cantante de La Movida favorita.

 Su amigo trata de disculparse, le ofrece un pañuelo y se suena los mocos con gran estruendo. Llora durante un buen rato, mientras la luz del sol se cuela por la claraboya del local, la chica sabe, desde su interior, que algún día alcanzará esos sueños de futuro, dejando atrás un pasado marcado por la realidad.

lunes, 3 de marzo de 2014

La novia

Mi disfraz de Hombre Topo se me va cayendo a pedazos. Llevo una tranca que no me mantengo en pie y voy rebotando por todas partes. Llevo un buen rato caminando intentando buscar a mis colegas de fiesta, hace rato que no escucho la música de las verbenas, o estoy demasiado lejos, o la fiesta ya ha terminado.
 Entre buche y buche, llego a la carretera. Allí diviso a lo lejos una figura blanca, mi mente borracha no puede computar qué puede hacer una persona por ahí, cuando yo mismo he llegado a semejante lugar. Mis ojos nublados por el alcohol ven que esa persona también viene tambaleándose como un servidor, y que supongo que habrá cogido el mayor "pedo" de su vida.
 La figura se va aporximando cada vez más y veo que se trata de una mujer con un vestido de novia manchada de sangre. Al principio me resulta gracioso, hasta un buen disfraz. Pero viéndola en ese sitio y caminando de esa manera, junto con la sangre que le va saliendo de su cabeza, dejo de reír.
 Me acerco para ver si se encuentra bien. La pobre es como si hubiera sufrido un accidente de coche, está cubierta de sangre y parece desorientada. Entonces me mira con unos ojos muertos, se abalanza sobre mí, y noto cómo sus dientes se clavan en mi cuello, lo último que siento es el desgarre de la carne, junto al brote de mi sangre caliente llena de alcohol.

lunes, 24 de febrero de 2014

Tiempo


Una vez conocí a una persona que tenía el tiempo un poco trastocado. Su nombre es Claudia, y su pasar del tiempo difería en gran medida respecto a la mayoría de nosotros. Cuando ella decía: “Hace tiempo que no salimos por ahí”. Nosotros le contestábamos que era una exagerada, que sólo había pasado dos días de la última salida. Pero para ella le había parecido meses. Incluso cuando se presentó en mi casa en plan visita espontánea, a mi me pilló limpiando el piso. Limpié primero el salón, media hora más tarde había terminado la cocina y el baño, y Claudia le pareció que desde que limpié el salón hasta que terminé el baño y cocina le habían pasado como dos días o algo así.

 Le dije en broma que si tiene ese problema con el tiempo que fuera a ver un relojero en vez de a un médico, que tal vez le pudiera arreglar algún mecanismo interior, y que funcionase bien.

 A la semana siguiente regresó a mi casa con una sonrisa en los labios, le pregunté dónde había estado toda la semana, que andaba desaparecida y que no contestaba a nuestras llamadas. Claudia me contestó que me hizo caso, que fue a ver un relojero, yo me quedé estupefacto. Ella siguió relatando que al exponer su problema al relojero, él sabía cómo tratarlo; debía cambiar su corazón por la de un reloj de madera. De esta manera ella ya no tendría problemas de distorsión del tiempo, que ahora iba acorde como el de los demás. Me imaginé que me estaba tomando el pelo, cuando me enseñó su cicatriz a la altura del corazón, y cuando acerqué mi oído a su pecho desnudo, podía escuchar claramente el tic-tac de un reloj dentro de ella.

lunes, 17 de febrero de 2014

Pelos

Me parece increíble la cantidad de pelo que puede llegar a perder esta mujer. La primera vez que pasó, fue cuando nos invitó a su casa y con una merienda que ella misma preparó basado en bocadillos, descubrimos que nuestra amiga perdía muchos pelos.
 Yo fui el primero en percatarme, al dar un bocado al sándwich, noté algo en la boca mientras masticaba. Al sacarlo de mi boca y ponerlo a la vista, me di cuenta que era un enorme y largísimo pelo de nuestra anfitriona. Me quedé con los ojos abiertos ante la longitud del pelo, pero más atónito me quedé, cuando al resto de nuestros colegas les pasó lo mismo que a mí, sacando de sus bocas largos pelos de nuestra amiga.
 Le descubro pelos en un libro que le presté, le encuentro pelos entre los teclados de mi ordenador, en el estudio fotográfico, pelos en las siguientes comidas que nos prepara; como sopas, potajes y tartas.

 Le pedimos que vaya al dermatólogo para que evite que se le caiga más pelo. Pero cuando llegamos a su casa es demasiado tarde. Al abrir la puerta vemos que en su cabeza sólo tiene un pañuelo, intentando tapar su temprana calvicie.

sábado, 15 de febrero de 2014

Nunca soñé que alguien como tú, pudiera enamorarse de alguien como yo.

Nunca soñé que alguien como tú pudiera querer a alguien como yo. ¿Es posible que este sea el momento más feliz de mi vida?
No me creo que sea verdad, es demasiado bonito. ¿Cómo sabré que me seguirás queriendo el día de mañana?
¿Cómo sé que tus suspiros son para mí? No estoy segura de mi misma.
¿Cómo sé que esto no es un sueño porque tú me amas? A través de tus ojos dices que me ves hermosa.
Soy la chica pelirroja que no sonríe en aquella fotografía. ¿Cómo saber que no es otra broma para hundirme más en la miseria?
Bailemos juntos, dejemos el mundo atrás, sin importar lo que digan. ¿Cómo sé que tus besos son sinceros?
¿Cómo sé que esto no es otra fantasía impuesta por mis necesidades? Dices que me quieres.

¿Existe realmente Dios? Puede que al fin me haya escuchado, porque nunca soñé, que alguien como tú, pudiera enamorarse de alguien como yo.

lunes, 10 de febrero de 2014

Guiño

En la terraza situada frente al mar, nuestra amiga Marta nos confiesa que le empieza a gustar el camarero que nos ha estado atendiendo. Nos dice que le gustaría ligárselo poniéndose en la barra y guiñarle un ojo. Le decimos en broma cómo sería ese guiño, nos hace una demostración en la que mueve todas las facciones de la cara para guiñar su ojo derecho. Nos reímos todos ante lo que acaba de hacer, y nos interrumpe enfadada, que ése era el guiño en serio que le iba a hacer para el muchacho.
 Nos miramos entre todos en un silencio incómodo. Le pido que lo repita. Al hacerlo de nuevo, parecía una pobre desvalida en un intento patético de parecer sexy. Le decimos que lo intente con el ojo izquierdo, y con ese intento es aún peor que la anterior, era como ver a Popeye en plan disléxico, hundiéndosele toda la cara y abriendo la boca como Silvestre Stallone al decir “no puedo, no puedo”.

 Al final nuestra amiga nos manda a la mierda a todos y se acerca a la barra a hacer lo que mejor se le da: enseñar un hombro sensualmente.

lunes, 3 de febrero de 2014

Inmóviles


Fotografía: Bohemian Feelings.

¿Por qué demonios no se quedan quietos cuando hago fotos? No entiendo ese estúpido comportamiento que tiene la gente cuando dice: “Yo no salgo bien en las fotos” “Soy muy feo” “Yo no sé posar” “Te voy a romper la cámara de lo fea que soy”. Y después de intentar que queden bien, van y se mueven en el último momento. Estoy más que harta.

 Luego salen con los ojos cerrados, movidos a un lado que no quería, tocándose la cara o removiendo parte del decorado.

 Mi gata se acerca, mientras la acaricio, me siento muy furiosa de todo, cuando me doy cuenta, observo aterrorizada que he estrangulado a la gata. Permanece inmóvil y con los ojos abiertos. En ese momento, en el que debería llorar por la pérdida de mi mascota, cojo mi cámara y le hago una foto. Es perfecto, por fin capto algo que quiero, un momento del tiempo en el que el fotografiado no mueve un músculo.

 Después de mirar unos cuantos minutos la fotografía, se me ocurre una estupenda idea para que mis modelos no se muevan más de lo necesario, y de mis labios esbozo una amplia sonrisa. 

lunes, 27 de enero de 2014

El ojo del agujero


Fotografía: Felipe de la Cruz.

Se dirigió al baño, en todo el día no había tenido la necesidad de exonerar el vientre. Se acercó sin prisas al váter, se bajó los pantalones y las bragas, se sentó con toda tranquilidad y apoyó durante un rato la cabeza entre sus manos.

 Mientras ella sentía como caían sus restos en el agua del retrete, oyó un ruido proveniente del techo. Con lentitud miró hacia arriba, y con terror pudo observar que un ojo azul la miraba a través de un agujero. El ojo se movía con rapidez y cuando miró a la chica sentada en el váter, dejó de moverse. La joven dejó de evacuar, tiró de la cadena y se marchó del baño apagando las luces.

lunes, 20 de enero de 2014

Encuentros y regalos

Me encuentro en la barra de este bar tan conocido ubicado en el centro de la ciudad, cuando aparece una amiga y me invita a una birra. Hacía años que no la veía, se encontraba fenomenal. Hablamos de nuestras vidas desde que nos separamos en el instituto. Ella se había marchado a Londres a probar fortuna, y lo consiguió trayéndose a su novio que lo conoció allí, y a un niño que había tenido hace seis meses.
 Yo no le pude decir mucho. Después del instituto me metí a trabajar en el taller de mi padre, por eso siempre voy oliendo aceite.

 Mientras seguimos hablando, me acuerdo de un regalo de cumpleaños que me iba hacer antes de su partida. Pero entre una serie de catástrofes desdichas, su regalo nunca me llegó a las manos, y nunca me había dicho qué era el regalo. Durante cuatro años me ha tenido en vilo, y aquella noche por fin me lo confesó; un peluche de la saga La Leyenda de Zerda.


Ella se va al baño, y uno de los tipos que estaba sentado a mi lado se mete en el baño de chicas. Mi amiga al salir me cuenta que ya tengo compañía para esta noche. Me cuenta que el tipo escuchó la anécdota que la había contado de que una mujer prefería los miembros de la gente de color porque la de los blancos le parecen poco hechos. Y que el tipo se había metido en el baño con ella intentando ligársela enseñando su miembro y diciendo; “A ti te gusta ¿eh? A ti te gusta…” Entonces ella se defendió diciendo que no le gustaba, pero que conocía a un amigo que sí. Eso me lo decía señalándome a mí. Pero cuando iba a decir que los tíos a mi no me van, ya era tarde, aquel tipo ya se había puesto unas gafas raras horteras y desde la barra, se estaba pasando el pulgar por los labios.

miércoles, 15 de enero de 2014

BOHEMIAS HISTORIAS: Fin de año.


Textos: Bohemian Feelings y Hacedor de Historias.

Fotografía: Felipe de la Cruz.

Me levanté animosa y cansada. Hacía lo mismo que todos los días: desayunar, cigarro, café, cigarro, teclear el ordenador con la esperanza de poder salir antes de lo normal de aquella rutina, ¿porqué? Muy simple: Fin de Año.
Muchas tareas que realizar, comida que hacer, hambrientos alcohólicos a los que saciar…

Aún no sentía ese hormigueo que suele recorrer mi cuerpo por estas fechas, quizás porque lo vivo diferente y más distante cada año, de aquellas ilusiones y emociones que hacía que me encantaran las Navidades.

Muchos ya no están, y esas reuniones campestres en casas grandes y húmedas, donde éramos algo más de diez niños, terminaron, hace ya muchos años, reduciéndose a varias personas o a mis padres. Siempre terminaba sintiendo nostalgia, echando de menos aquellos tiempos.

Pero ese día, era diferente. Era la primera vez que partía el año con amigos, sin mi familia. Tardanzas, imprevistos, accidentes inesperados; como si todos los días se derramara una gran botella de champán “Moet” en el coche, y te dejara ese olor pegajoso y desagradable. Prisas, estrés, “hay que prepararlo todo ya”, cerca estaban las doce y yo sin beber ni una copa de vino.

Abrazos cortos, el beso de mi amado se convirtió en un mero roce, antes de salir por la puerta de “Lluvia de estrellas” toda convertida en una posible Edith Piaf paliduzca y zombie-alien, mucho más arreglada que yo, hasta el más mínimo detalle.

Vino adolescente, catorce años, digno de abrirse para tal ocasión. Una de mis amigas se arregló de forma espectacular, que podría resultar una mezcla de Emperatriz Infantil, Cruela De Vil junto con la seducción de la propia Jessica Rabbit. Teníamos tanta suerte que a cada momento nos flasheaba un amigo para inmortalizar tan agradable momento.

Desde ese momento, el vino volaba, la comida, servida a modo de tapa, era un descubrimiento al paladar excitante, enriquecedor, donde cada uno compartía la receta y explicaba el modo de elaboración. Tratábamos de relacionarnos internacionalmente con un representante Esloveno, bastante agradable y elocuente, que resultó ser uno de los primeros en tener el lujo de estar bajo los efectos etílicos de la Nochevieja.

El momento uva, curioso. No deseaba sintonizar canales autonómicos, pero no hubo más remedio. Mujeres guapas embutidas en trajes antiestéticos, que engrandecían pequeños defectos o volvían infinito algún escote. Rezaba porque no pusieran regeton antes de las uvas, para así disfrutar de éstas mejor.

El reloj, digital, nada que ver con esos relojes reales, que de pequeña veía, donde las campanadas no salían de un altavoz, sino de campanas de verdad ¿qué sentido tenía llamar campanada a un sonido digital que imitaba a las campanas?

Antes de los cuartos (que no sonaron), ya andábamos como gallinas borrachas y eufóricas, ansiando el 2014. Y llegó. Nadie murió por atragantarse frutalmente. Esa travesti alienígena optó por algo más fácil, no parar de dar sorbos a su Martini glamuroso para despedir de forma original el maldito 2013.

De ahí, más copas de vino, y otro amigo hizo de cocktelero, volaron margaritas de piña, volaron las copas de vino y los Martinis. Parecíamos una familia completa: fotógrafos, cockteleros, embajadores (representando a Eslovaquia), cocineros e incluso emperatrices.

Y, de repente, justo antes de salir, una catástrofe, peor que un tsunami. Explosión. Provenía de la cocina, corrimos y vimos todo. ¡Los calabacines enrollados de queso y espinacas tirados por el suelo! Tenía ganas de lamer el suelo aunque hubiera cristales, pero no podía, ya alguien había comenzado a tirarlos a la basura. Sentí que era el fin del mundo, sentí que jamás volvería a comer aquellas delicias, así que opte por ayudar y comencé a fregar el suelo. Tacones de doce centímetros, traje de fin de año vaporoso y largo, y mi abrigo peludo y oscuro, junto con el tocado y el maquillaje. De repente, aquel embajador esloveno se arrodilló ante mis pies y me dijo que era la mujer más increíble que existía por fregar el suelo con tanta clase. Tocó mi zapato y me llamó su “Cinderella”. A todas éstas miré hacia los lados buscando a mi supuesto príncipe, sustituido por aquella travesti alcohólica que no paraba de beber y pensé “Pues va a ser que esto es como Ranma ½, en ocasiones es príncipe, en ocasiones es princesa”.

Bajé la mirada a aquel ser tan tierno y simplemente me reí y posé para una foto que quería sacar.

Tras aquella catástrofe convertida en cuento de hadas (moderno), nos dispusimos a comernos la noche. Y nos la comimos. Mi querido amigo y compañero de aficiones, no pudo evitar en mitad de la noche, abrazarme. Le noté ausente, triste, así que opté por aprovechar esa situación y devolverle el abrazo varias veces. Había que aprovechar esos momentos en que me permitía atravesar su burbuja protectora. Y fue tierno, amigable, a lo que no pude evitar decir un “te quiero”.

Todo lo demás, quizás borroso, psicodélico, amoroso, tierno y bestia. Abrazaba a la Emperatriz sin parar, bailaba desaforadamente, como hacía años no lo hacía, tras la electricidad, casposidad y frikismo que transmitía la dichosa “LePop”. Si me acercaba a la cabina del “dj” corría el riesgo de ser asaltada por ese espectro, que no paraba de abrazarme y darme besos mientras se me quedaba la cara blanquecina y roja por su maquillaje. Al fin y al cabo, bajo esas capas de maquillaje y brillantina, de extravagancia y bailes epilépticos, estaba la persona real que era (y es) mi compañero de aventuras.

Tras tanto movimiento, tanto saludo, tanto alcohol, vino el amanecer y con ello, tocó dormir con la Emperatriz, aunque al rato se nos unió el cocktelero que nos contó historias (para no dormir), que no pudimos presenciar al estar ausentes.

Horas y horas de sueño y, por fin, nos reunimos todos, al día siguiente, con una sopa mezclada con especias picantes, y el despertar de mi gran compañero, al que no pude evitar asaltarle a besos, mientras el resto se abalanzaba sobre él para desearle nuevamente Feliz Año. A pesar del cansancio y de los dolores de cabeza, estábamos ahí, ya sin atuendos de travestis ni de emperatrices, ni de cenicientas, ni cockteleros, volvimos a ser nosotros y comenzamos a reírnos sobre esas aventuras.
Al irme a dormir, abrigada ante el frío inminente de mi pueblo eché la última mirada al queridito, acompañados por mis dos felinos, y no pude evitar sonreír, al haberme concedido un fin de año memorable.
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La última vez que pasé un fin de año rodeado de gente tenía yo siete años. Desde entonces los había pasado yo solo. En la oscuridad, antes de la llegada del nuevo año, reflexiono sobre las cosas que he hecho, y me pregunto si al siguiente se cumplirá mi deseo de adquirir la libertad.

Cuando me dijeron, “Vamos a pasar juntos el fin de año en casa de Paula”. En un principio pensé si eso sería una buena idea, porque yo tenía otros planes en mente, a la espera de que se desarrollasen.

A última hora se confirma lo que más temo, mi plan B se va al traste, y acepto el plan inicial de pasar el fin de año en casa de Paula. Llego a su casa, ésta no me espera porque nadie se acordó de haberla avisado, y con aceptación mostrándome una enorme sonrisa por mi intromisión de última hora, coloca otro par de cubiertos en la mesa.

De repente y sin darme cuenta todos se ponen histéricos en la cocina preparando la cena, cortando queso, preparando martinis, colocando la mesa, yo mientras tanto, los fotografío a todos en sus quehaceres. Entonces ante la mesa mientras cenamos, se presentan la gran Eustakya Lepop y su madre Sussy, derrochando glamour, arte y presencia.

Se acerca el momento de la llegada del año nuevo, coloco mi cámara para grabar tal acontecimiento, y yo me coloco a un lado para fotografiar a mis amigos. Llegan las campanadas, ellos van tomándose las uvas, y por cada campanada yo tomo una fotografía de cada uno de ellos. Al terminar, todo estalla en una lluvia de besos y abrazos.

El punto de inflexión de la noche la cometo yo, cuando intento guardar la leche de cabra en un taper en la nevera. Al introducirlo, se cae toda la comida sobrante al suelo, y al vestido de la anfitriona. Me siento mal y avergonzado, mi otra amiga trata de consolarme mientras intenta arreglar el estropicio que ocasioné.

Salimos a comernos el mundo, yo estaba dispuesto hacerlo, y es cuando se produce otro punto de inflexión, mis otros amigos del plan B, me llaman por teléfono, y me dicen que al final han decidido salir. Me dijeron que Ana también salía. Mi corazón dio un vuelco, ahora estaba en una encrucijada de elegir, entre, si seguir con mis amigos, o de intentar tener una oportunidad con Ana.

Al final mi corazón me puede, me excuso ante mis amigos y les digo que he de ver a unos colegas para felicitarles el año y que volvería en quince minutos. Al llegar al sitio de marras, veo a mis colegas con sus respectivas novias bebiendo en el parque todos trajeados. No veo a quien me interesa, pero al hacerlo el mundo se me cae, y siento el corazón rompiéndose en mil pedazos al tiempo que viene un elefante borracho color rosa y pisotea cada trozo hasta que no deja nada más que polvo.  Desde la oscuridad ella se muestra abrazada junto a un tipo que nunca había visto. Ella me saluda mientras permanezco en shock y miro de reojo al desconocido que me tiende la mano a la vez que pienso que es un cabrón suertudo mientras que yo; mierda. Pregunto a mis colegas quién es ese tipo, y me contestan que ellos también lo acaban de conocer. Ya todo me parecía un asco, la fiesta había acabado para mí. Pero decido no irme a casa y terminar con lo empezado reuniéndome con los demás, en ese bar tan conocido situado en el centro de la ciudad.

Al llegar saludo a todos, en la barra ya me empiezo a desahogar en vasos interminables llenas de alcohol. Intento distorsionarme para olvidar aquella imagen de Ana besándose con ese tipo. Ante mis amigos intento mantenerme estoico y de pasarlo bien, pero no aguanto más, me quemo, algo me corroe por dentro y me destroza como si fuera ácido, y es entonces cuando me derrumbo. Veo a mi amiga y compañera de relatos, la abrazo y le digo: “Estoy tan cansado de seguir al corazón, si hiciera más caso a la cabeza, no tendría que sufrir tanto.” Me vuelve a abrazar, y le doy las gracias.


El resto es una distorsión de luces rojas, música folklórica y luces de colores en movimiento que le salen de las manos a la gran Eustakya Lepop. La noche pasa tan deprisa que al salir la luz del primer día del año hace acto de presencia. Mientras los demás discuten si seguir de fiesta, desayunar o volver a casa de Paula, yo hago mutis por el foro, evito despedirme de los demás porque no me encuentro en condiciones ni ganas. Entro en mi habitación, y como hacía en todos los fines de años a excepción de ésta, me sumo en la oscuridad y me acuesto a la espera de la llegada del sueño de los muertos.