En la terraza situada frente al mar, nuestra amiga Marta nos confiesa
que le empieza a gustar el camarero que nos ha estado atendiendo. Nos dice que
le gustaría ligárselo poniéndose en la barra y guiñarle un ojo. Le decimos en
broma cómo sería ese guiño, nos hace una demostración en la que mueve todas las
facciones de la cara para guiñar su ojo derecho. Nos reímos todos ante lo que
acaba de hacer, y nos interrumpe enfadada, que ése era el guiño en serio que le
iba a hacer para el muchacho.
Nos miramos entre todos en un
silencio incómodo. Le pido que lo repita. Al hacerlo de nuevo, parecía una
pobre desvalida en un intento patético de parecer sexy. Le decimos que lo
intente con el ojo izquierdo, y con ese intento es aún peor que la anterior,
era como ver a Popeye en plan disléxico, hundiéndosele toda la cara y abriendo
la boca como Silvestre Stallone al decir “no puedo, no puedo”.
Al final nuestra amiga nos
manda a la mierda a todos y se acerca a la barra a hacer lo que mejor se le da:
enseñar un hombro sensualmente.
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