lunes, 30 de diciembre de 2013

28 de diciembre


Entre copas, picoteos y alegría por el cumpleaños de su mejor amiga, ella también se había emborrachado sobremanera. Bailaba como una posesa, se hacía fotos con rockeras travestis, y no dejaba en paz al fotógrafo para que sólo le hicieran fotos a ella y a su amiga cumpleañera.

Durante una hora o más, la chica pelirroja y borracha desaparece, y cuando vuelve hacer acto de presencia, enseña a sus amigos su nuevo tatu de broma. Es una calavera de una persona y un escorpión anda sobre esta. La chica decide gastar una broma a su jefe, que éste odia que sus empleados tengan tatuajes que sean visibles en sus puestos de trabajo. Se hace una foto con el móvil y se lo envía junto con un texto relatándole la nueva adquisición.

No se hizo esperar la respuesta de su jefe, éste le decía que se le abrieron los ojos como platos, y que más le valía que fuera un tatuaje de henna, que como fuera de verdad, la tendría que despedir.

 El lunes siguiente llegó al trabajo aún con el tatuaje puesto, pues quería seguir con la broma. Después de exhibirlo delante de sus compañeros y del jefe, decidió que ya era hora de quitarse el tatuaje, bajó a los baños a limpiarse, y se llevó una sorpresa cuando veía que no desaparecía, comenzó a frotarse con desesperación hasta que se le puso el cuello rojo y el dibujo aún permanecía en el mismo sitio, inmutable. 

lunes, 23 de diciembre de 2013

100

Cien relatos cargando a mis espaldas. No llegué jamás a pensar en relatar tantas historias, no llegué jamás a pensar en conocer nuevas personas que me inspirasen a relatar. Durante estos casi tres años, he manifestado todo mi ser en los relatos, he dejado ver mis aficiones, mis gustos musicales, mi forma de ser y pensar. Cosas de mí que no sería capaz de decir en voz alta están escritas y al alcance de cualquiera, quien haya sabido leer entre líneas diferenciando la realidad y ficción que he ido creando, ya me conoce de sobra.

 Quisiera agradecer a toda esa gente que me lee, aguantando mis faltas de ortografía, expresión o de conocimientos. Agradecer a los que les gusta porque les parece divertido y también a los que no les gusta porque les habré hecho perder el tiempo. 

 En esta parte me gustaría dar las gracias a esas personas que han ido colaborando conmigo en Relatos CruzadosCafé de Acuarela o.Ô, por su magnífica ilustración para el cuento La Pequeña Princesa no puede dormir. A Miguel Ángel Presa, por sus estupendas fotos para los relatos Donde duermen las gaviotas y Donde comienza el Arco Iris. A Nala Jones por sus relatos Eusebio y El desengaño. Y a Sara Crespo por ser una Fan Letal.
 Por último hacer una mención especial a Tami Sánchez, Bohemian Feelings, por sus relatos que son capaces de crearte una nostalgia que no tienes, de tocar la fibra sensible y de realizar relatos que juntan realidad y ficción en una línea tan fina que no se sabe cual es cual. Por saber inspirarme, colaborar en varios relatos y fundar Relatos Cruzados. Gracias por confiar en mis historias.

Cien relatos cargando a mis espaldas. Ahora volvemos a empezar, con nuevos relatos donde el Hacedor de Historias irá tejiendo para el disfrute del que se pare un momento, y decida leer las ironías de la vida. 

Gracias a todos los que leen el Hacedor de Historias, y espero llegar a otros cien.

lunes, 16 de diciembre de 2013

He matado a Papá Noel

Con el frío en el cuerpo, la mañana gris y con calima. Voy de camino al trabajo y me doy cuenta de que las fechas navideñas ya están aquí. Lo digo más que nada por el ambiente; tiendas decoradas con árboles de navidad, luces de colores por doquier, y después están esas decoraciones que me parecen tan extrañas, los Santa Claus que trepan a tu casa. De hecho, ahora estoy viendo uno de esos, pero, la forma en la que está colgada en ese balcón me parece muy curiosa, no tiene los brazos aferrándose a nada, sino que los tiene colgados en el aire. Su rostro está lleno de sangre y la lengua fuera; la ropa está hecha jirones. Me fijo que del cuello tiene una extraña soga de ahorcado, y a su espalda una nota escrita en rojo que reza: "He matado a Papá Noel".

lunes, 9 de diciembre de 2013

El Agujero Negro

Trostky no paraba de ladrar. Desde que yo había llegado, algo le estaba perturbando, y desde luego, a mí también.
 Estaba en la casa de mi amigo “El Ermitaño”, le llamábamos así porque a medida que pasaban los años, más se recluía en su casa, su única ventana al mundo era Internet. Decía que había perdido la fe en la Humanidad, y que para se salvarla, tendríamos que ser todos purgados.
 Yo visitaba a mi amigo de vez en cuando, más que nada para que no perdiera la poca cordura que le quedaba, y porque ya no podía salir de su casa, no por su ideología, sino que llevaba tanto tiempo sin realizar ninguna actividad física que acabó atrofiándose las piernas, de manera que ya no podía caminar, sino como mucho, arrastrarse por los rincones de su casa.
 Los ladridos del perro me sacaron de mi ensimismamiento, y entonces noté que algo iba mal, miré por el cuarto por si descubría lo que era. En el sofá estaba “Dibulibú”, enganchada a videoclips de veinticuatro horas, Manola estaba viendo una serie que yo odiaba, y un chico aleatorio estaba liando un cigarro. En las estanterías tenía los cómics viejos de siempre, y la mesa estaba llena de cosas que parecía un mercadillo.
 Cuando ya daba por concluido la búsqueda me percaté de algo en las piernas atrofiadas del "Ermitaño". Había un vacío que se creaba bajo él, mi amigo se dio cuenta de lo que estaba mirando, y con toda la tranquilidad del mundo, me dijo que era un Agujero Negro que se había formado en el centro de su cama, que por eso parecía que se hundía cada vez más.
 Nos confesó a todos que la primera vez, no sabía lo que tenía debajo y que al moverse, cinco colegas suyos fueron absorbidos sin regreso por el Agujero Negro. Yo regresé a mi asiento a whassapear un rato, ahora que me encontraba más tranquilo. El perro, afuera, seguía ladrando.

lunes, 2 de diciembre de 2013

Incómodas cuestiones


Ella estaba ahí, silenciosa, ausente. Incluso cuando yo llegué no hubo signos emotivos. Me siento y me pido algo, el camarero sonríe de manera maliciosa, pero le corto antes de que diga nada.

 Antes de que me trajeran la copa, ella había abierto la boca, preguntando porqué visto de negro, no me lo esperaba, de ella no. Tardo en contestar porque me resultaba tan chocante toda esa situación tan irreal. Ella coge su vino, y como si estuviera en un gran salón frente a una chimenea con el crepitar de las llamas, aguarda mi respuesta.

 Le contesto que es tema delicado de comentar y que no es el momento adecuado, su contra respuesta es que ya había venido con ropa de colores en su cumpleaños. Y le recuerdo que fue a petición suya de manera excepcional, y que lo había pasado mal haciendo eso, que si por mí fuera, no lo volvería a repetir en tiempo.

 Lo segundo que me sorprende de la noche es que vuelve a preguntar un tema que me incomoda; mi coletero negro en mi muñeca izquierda. No quiero parecer molesto, ni que ella se moleste al no poder responder a sus preguntas. Así que le digo que ella, al igual que el resto de la gente, es afortunada de poder abrir el armario y decidir qué tipo de ropa ponerse, ponerse un color acorde al día, al estado de ánimo, o coger por coger. Que yo ya no podía hacer eso, ya no podía permitirme el lujo de vestirme con otras prendas que no sean del color de la noche más oscura.

Guardo silencio en lo que queda de noche. Las respuestas llegarían con el tiempo.