Como cada día, se puso los auriculares, fijó el volumen de tal manera que si pasabas por su lado podrías escuchar su música, se puso sus gafas de sol, se ajustó las cadenas del cuello y la gorra, se miró en el espejo, se dio un beso a sí mismo y se dirigió al instituto. Es un chico normal, con una vida normal, le encanta las pelis de acción con coches tuneados, que salgan pibas de enormes tetas, poca ropa y de argumento sencillo, nada de películas metafísicas y rollos argumentales, que eso es para empollones pardillos. Con quince años ya sale los viernes y sábados noche por el parque con sus amigos y amigas, para perrear, toquetearse con las chicas o beber alcohol con la música a tope. Todo era normal hasta ese día normal en el que se marchaba al instituto. Su música favorita es el reggaeton, lo escuchaba a todas horas y su opinión sobre el resto de canciones lo expresaba haciendo un simíl de la defecación humana. La música clásica sólo sirve para dormir la siesta por las tardes. El rock, o música peluda como llamaba él, es bastante ruidosa, un sinsentido, que sólo era drogas y gente con demasiado pelo. Sobre el pop rock, que era únicamente para nenazas y gente sin cerebro que siguen las modas. Y sobre las bandas sonoras (BSO) que eran para frikis de las películas o videojuegos que no habían crecido mentalmente. Para este chico de quince años el reggaeton lo era todo, su filosofía de vida y de cómo había que tratar a la mujer en general, este tipo de música es la que hace que un hombre se convierta en un verdadero macho. Hasta él mismo estaba escribiendo un par de temas que le gustaban mucho a sus amigas. Por eso no entendía cómo el resto de personas podía pensar que el reggaeton no era buena música, que denigraba a la mujer. No lo hacía, la ponía en su sitio, además sino la escuchan y no le daban la oportunidad ¿cómo iban a apreciarla?
Ese día en el que iba al instituto todo cambió, nada más colocarse los auriculares, ajustar el volumen a maxima capacidad y de poner su música, sus auriculares explotaron haciendo que este chico de quince años se quedara sordo. Pero su caso no fue el único, con el tiempo hubieron más casos de explosión de altavoces, mesas de DJ´s, equipos estéreo y de móviles, se tardó mucho en comprender que el punto en común que hacía que todo esos aparatos explotaran era el reggaeton, era como si un virus tecnológico se hubiera expandido y cada vez que sonara este tipo de música hacía explotar el equipo en cuestión.
Sobre el chico de quince años, no sé si alguna vez recuperaría el oído. Se rumoreaba que para que pudiera volver a escuchar, solamente tenía que hacer una cosa bien sencilla: oír buena música de verdad.
¿Dónde hay que firmar para que alguien desarrolle un virus similar?
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