lunes, 29 de septiembre de 2014

Promesas y mentiras

  Me mentiste, me prometiste que siempre estaríamos juntos. Al principio no fui más que un instrumento para que lograras tus objetivos. Acepté sumiso porque a pesar de tu frialdad, tus metas eran honorables.
 Pasamos por muchas cosas, con el tiempo llegaste a apreciarme, y junto con el sacrificio de ella, cambiaste para mejor.

  Me prometiste que siempre estaríamos juntos, me mentiste. No me aparté de tu lado en tus momentos de más necesidad. Te llevé en mis hombros, te ocultabas en mi sombra. Tu mirada letal y oscura no dejaba acercarse a nadie, pero yo fui el único en ver bondad en ellos. ¿Qué más necesitas para darte cuenta de que no quiero que te vayas?
 Es un dolor extraño morir de nostalgia por algo que no vivirás jamás. Ya nadie puede romperme el corazón porque ya no me pertenece.

  Siempre estaríamos juntos. Me mentiste. Resulta tan difícil desprenderse de aquello que da sentido a tu vida una vez hallado. No importaba con cuantas murallas protegías tu corazón, siempre encontraba una grieta por la que me colaba.
 Me guiaste por bosques frondosos, nadaste conmigo hasta las profundidades marinas y volaste a mi lado a través de las nubes.

  Me prometiste, me mentiste. Demasiados ocasos a tu lado, la luz del crepúsculo te hacía bella, pero tu mirada era nostálgica y triste. ¿De verdad lo echabas tanto de menos? Yo estaba ahí…no era suficiente.
 Nuestros sentimientos cambiaron a medida que pasaba el tiempo, la despedida era inevitable. Prometiste que nos volveríamos a ver, prometiste que siempre estaríamos juntos. Me mentiste.

  Me mentiste, me prometiste que siempre estaríamos juntos. Sé que es imposible y que nunca más te volveré a ver, sin embargo, no puedo evitar que mi corazón siga esperándote. Estaré aquí ahora, cuando el amanecer parezca lejano, cuando la paz y la esperanza empiecen a desvanecerse. Todavía seguiré ahí.

 Después de todo lo que hemos pasado llegó la despedida y con ella uno de los momentos más duros de mi vida. Y al final, terminaré solo, preguntándome si mereció la pena regalarte mi corazón. 

lunes, 8 de septiembre de 2014

Ciudad de Medianoche

  Me quedo esperando en el coche, esperando mientras veo la ciudad crecer, iluminarse de manera artificial. Espero tu oscuridad mientras bebo mi botella de vodka. La ciudad es mi religión.
 Tus lágrimas aparecen por el retrovisor, me bajo del coche, espero a que llegues. No terminas de hacerlo, un mensaje en tu móvil. Me miras con asco y lloras en los hombros de otro.

  No paras de llorar en su regazo, un sentimiento de celos y rabia nacen dentro de mí, mientras te veo desahogarte con él. Y él hace lo que tiene que hacer y que yo no me atrevo, te consuela, te seca las lágrimas. Me quedo esperando en el coche, veo la ciudad crecer, espero tu oscuridad mientras me termino mi segunda botella de vodka.
 Unos niños corren asustados y un todoterreno va tras ellos y se meten en un callejón, lo último que veo es el todoterreno volar hacia un edificio.
 Ella ya no está ahí. Me dejó en las penumbras iluminando a otro que acababa de conocer.


  Dejo que los lobos se coman mis piernas, ¿para qué las quiero ahora? Dejo que devoren mi corazón, ¿a quién le puede hacer falta un corazón negro y manchado?
 Los buitres luchan entre ellos por mis ojos, deliciosos por la maldad que han contemplado, por la tristeza del que fueron testigos. Ella ya no está. Sigo esperando en el coche, pero la ciudad dejó de crecer, ya no es mi religión, ya no creo en ella.


  Esperando en el coche, veo tus lágrimas por el retrovisor. Me bajo para esperarte, y por fin llegas a donde estoy. Te abro la puerta y te metes en silencio. Nos vamos sin rumbo fijo, tú dices que quieres ir lejos de todo y de todos, desaparecer de esta ciudad que te está consumiendo, de las luces artificiales que te van cegando. De los hombros y regazos de otros.
 Vuelves a leer el mensaje que te hizo separarte de mí. Ahora no lloras, ríes a viva voz, es una risa de liberación, sin temor. Arrojas el móvil afuera y terminas con mi tercera botella de vodka.


  Llegamos  a ese lugar lejano, el mar nos ofrece su aroma a salitre, fresco y recargante. Aún no ha amanecido, pero aún puedo ver tus ojos enrojecidos de tanto llorar.
 A unos metros de nosotros podemos ver a una joven que se mete en una barca, rema hacia el horizonte en busca de su padre.
 Las luces de la ciudad se van apagando progresivamente, dejando paso a la oscuridad más absoluta, antes del amanecer.
 Desde que llegamos ella no me dice nada, yo tampoco suelto palabra alguna, sus ojos azules me dicen todo lo que necesito saber. Saber que entre ella y yo no habrá nada, salvo una amistad artificial y superficial.

 Me quedo esperando en el coche. Esperando mientras veo una ciudad ya crecida, espero su oscuridad con los labios resecos. 

lunes, 1 de septiembre de 2014

Será que quiere "rabo"

Bajo la manta de estrellas de esta noche fresca y suave. Acostado entre dunas y arena, mis amigos y yo relatamos nuestros sueños. Ella, que la acabo de conocer, sorda, hermosa, y tan pegada a mí mientras me acaricia el hombro, no puedo evitar que será que ella quiere mi “rabo”.

 La música a lo lejos se va muriendo al igual que la noche. No podemos evitar el tener que volver, y mientras lo hacemos entre risas y secretos, nos cae agua de algún balcón de tal vez una pareja malfollada. Incómodos por dormir en camas separadas y que tal vez se dedican a arrojar agua a quienes pasen por debajo de su casa como estamos haciendo nosotros.


 Llegamos al coche, estaba abierto, es un milagro que nos no lo robaran. Dormimos lo que quedaba dentro del vehículo. Al cabo de unas horas unos golpes en la ventanilla nos despierta a todos. Era un señor de unos cuarenta años, en tanga, preguntándonos si queríamos sexo gratis con él. Mi amiga no se lo pensó, encendió el coche marchándonos como alma que lleva el diablo. La sorda aún duerme en postura de plankin en el asiento de atrás y su cabeza se sitúa en mi entrepierna. Está claro que lo que ella quiere es mi “rabo”.