lunes, 14 de julio de 2014

Orejas

Se encontraba inaugurando una exposición fotográfica, tenía unas fotos interesantes como la de una chica con unos globos, mujeres algo salidas y provocativas, junto con mujeres vaca y hombres cerdo.

 Mientras todos admirábamos sus obras, suena el teléfono del artista. Se disculpa y se aleja de nosotros para poder hablar con intimidad. Lo hace algo airado, no sabemos con exactitud con quien habla, podría ser su novia, novio, su agente o simplemente un amigo que no puede venir.

 Aprovechamos su ausencia para devorar los pequeños platos que nos van sirviendo, pequeños trozos de tortilla deconstruida, pinchos de gambas, galletas saladas con forma de murciélagos, pero a lo que yo ya tengo echado el ojo son a unos bocaditos de jamón serrano que están sabrosísimos.
 Pasa mucho rato con la ausencia del autor, que aún sigue hablando por teléfono. En una de las miradas que doy hacia él por si ha terminado, vemos que aún sigue hablando y hablando, no para de hablar y de gesticular de manera exagerada.

 Entonces me fijo en la oreja en la que utiliza el móvil, está roja como un tomate e hinchadísimo. El artista se percata de que le he estado mirando su oreja, y con sorpresa, vemos cómo se cambia la oreja por otra que se saca de la bandolera y mete en la misma su oreja hinchada y roja de tanto hablar.