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lunes, 14 de julio de 2014

Orejas

Se encontraba inaugurando una exposición fotográfica, tenía unas fotos interesantes como la de una chica con unos globos, mujeres algo salidas y provocativas, junto con mujeres vaca y hombres cerdo.

 Mientras todos admirábamos sus obras, suena el teléfono del artista. Se disculpa y se aleja de nosotros para poder hablar con intimidad. Lo hace algo airado, no sabemos con exactitud con quien habla, podría ser su novia, novio, su agente o simplemente un amigo que no puede venir.

 Aprovechamos su ausencia para devorar los pequeños platos que nos van sirviendo, pequeños trozos de tortilla deconstruida, pinchos de gambas, galletas saladas con forma de murciélagos, pero a lo que yo ya tengo echado el ojo son a unos bocaditos de jamón serrano que están sabrosísimos.
 Pasa mucho rato con la ausencia del autor, que aún sigue hablando por teléfono. En una de las miradas que doy hacia él por si ha terminado, vemos que aún sigue hablando y hablando, no para de hablar y de gesticular de manera exagerada.

 Entonces me fijo en la oreja en la que utiliza el móvil, está roja como un tomate e hinchadísimo. El artista se percata de que le he estado mirando su oreja, y con sorpresa, vemos cómo se cambia la oreja por otra que se saca de la bandolera y mete en la misma su oreja hinchada y roja de tanto hablar.

lunes, 14 de abril de 2014

Agua bendita


Se había celebrado el más grande evento de rock en el pueblo. Tres escenarios, doce bandas, el día iba ser el mejor de nuestra vida.

 El evento empezaba a las once de la mañana, y terminaría a las once de la noche. Preparamos lo que creíamos necesitar, comidas en tapers, botellas de vino, chuches y salados, y por supuesto, mucha, muchísima cerveza.

 Llegamos al lugar, el ambiente está a tope, mucha gente se congrega en los tres escenarios que están diseminados alrededor de la iglesia del pueblo. Hay mucha gente conocida, los veteranos del rock, los iniciados al mundo de la música, los técnicos de sonido que van a piñón colocando cables y probando el audio. Y los espectadores de siempre, viejos colegas y conocidos, hasta están presentes la nueva generación de nuevos punkis adolescentes.

 A mitad de la tarde, cuando nos disponíamos a merendar algunas croquetas, una serie de gritos nos llamó la atención. Miramos al unísono hacia el campanario de la iglesia, allí había un cura que no dejaba de gritar que todos los ahí presentes éramos unos herejes, unos adoradores del Diablo, que escuchaban la música compuesta por Satanás.

 El cura no dejaba de balancearse de un lado para otro, y algunos ya estaban haciendo apuestas de cuando se iba a caer. Después de insultarnos a todos, sacó de sus bolsillos un pequeño frasco, y mientras vertía el contenido sobre la gente ubicada en los diferentes escenarios, decía: “Que esta agua bendita expulse el Mal que reside en vuestro interior. Volved todos a ser criaturas del Señor.”

 Para nuestra sorpresa, la gente que recibió el impacto del agua bendita, comenzó a derretirse, toda esa gente huyó despavorida y buscaban refugio para no recibir el sagrado líquido elemento que el cura arrojaba, ya no desde su pequeño frasco, sino desde una manguera, provocando que lloviera agua bendita sobre nosotros.

 Los primeros en derretirse fueron algunos metaleros del escenario uno que seguían tocando pese a su muerte inminente. La mayor parte del público del escenario dos, compuesto en su mayoría por hippies, también se derretían y agonizaban.

 Mis colegas y yo seguimos con lo nuestro, a la espera que toquen el próximo grupo en el escenario tres: los grandes Cadáver Depot.