lunes, 14 de abril de 2014

Agua bendita


Se había celebrado el más grande evento de rock en el pueblo. Tres escenarios, doce bandas, el día iba ser el mejor de nuestra vida.

 El evento empezaba a las once de la mañana, y terminaría a las once de la noche. Preparamos lo que creíamos necesitar, comidas en tapers, botellas de vino, chuches y salados, y por supuesto, mucha, muchísima cerveza.

 Llegamos al lugar, el ambiente está a tope, mucha gente se congrega en los tres escenarios que están diseminados alrededor de la iglesia del pueblo. Hay mucha gente conocida, los veteranos del rock, los iniciados al mundo de la música, los técnicos de sonido que van a piñón colocando cables y probando el audio. Y los espectadores de siempre, viejos colegas y conocidos, hasta están presentes la nueva generación de nuevos punkis adolescentes.

 A mitad de la tarde, cuando nos disponíamos a merendar algunas croquetas, una serie de gritos nos llamó la atención. Miramos al unísono hacia el campanario de la iglesia, allí había un cura que no dejaba de gritar que todos los ahí presentes éramos unos herejes, unos adoradores del Diablo, que escuchaban la música compuesta por Satanás.

 El cura no dejaba de balancearse de un lado para otro, y algunos ya estaban haciendo apuestas de cuando se iba a caer. Después de insultarnos a todos, sacó de sus bolsillos un pequeño frasco, y mientras vertía el contenido sobre la gente ubicada en los diferentes escenarios, decía: “Que esta agua bendita expulse el Mal que reside en vuestro interior. Volved todos a ser criaturas del Señor.”

 Para nuestra sorpresa, la gente que recibió el impacto del agua bendita, comenzó a derretirse, toda esa gente huyó despavorida y buscaban refugio para no recibir el sagrado líquido elemento que el cura arrojaba, ya no desde su pequeño frasco, sino desde una manguera, provocando que lloviera agua bendita sobre nosotros.

 Los primeros en derretirse fueron algunos metaleros del escenario uno que seguían tocando pese a su muerte inminente. La mayor parte del público del escenario dos, compuesto en su mayoría por hippies, también se derretían y agonizaban.

 Mis colegas y yo seguimos con lo nuestro, a la espera que toquen el próximo grupo en el escenario tres: los grandes Cadáver Depot.

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