Van
llegando al punto de reunión después de haber terminado de comer. Como siempre
me mantengo callado en las conversaciones, no creo que mi punto de vista aporte
nada nuevo sobre los comentarios ya expuestos y no digo nada.
Al darle unos sorbos a la bebida, noto como
poco a poco, me va entrando el sueño, hasta que, sin saber cómo, pierdo la
conciencia.
Despierto en una habitación oscura, la única
luz en el habitáculo, me da de lleno en el rostro. Apenas me puedo mover, estoy
atado a una silla. En ese momento entran tres personas. Los reconozco enseguida
porque también estaban conmigo de copas antes de perder el conocimiento.
El chico de las rastas, me habla muy rápido,
no le entiendo bien. Al tratar de decirle que me hable más despacio, el chico
apenas me entiende porque según él, hablo demasiado lento.
La chica que no me para de picar, se empieza a
enfadar conmigo, y la chica pelirroja coloca la luz aún más cerca, y me
preguntan por mi edad. No entiendo lo que está pasando, ¿por qué montarían tanto
revuelo estos tres para preguntarme la edad? Me niego en rotundo a revelarlo.
Permanezco durante un tiempo indeterminado
solo y atado en la habitación. Estos tres personajes vuelven y no paran de
preguntarme la edad, les pregunto por qué ese empeño, por qué me secuestraron y
por qué de toda esta parafernalia. Como respuesta me gano un par de buenos
bofetones por parte de la chica pelirroja, que al preguntarle por qué quieren
que les hable de mí, se marcha de la habitación profundamente decepcionada.
La chica que no me para de picar, me dice que
soy un inmaduro, que debería decirles lo que quieren oír, y que mi testarudez
solo sirve para darle la razón a ella.
Al final me derrumbo, no puedo soportar tanta
presión de estos tres, y lo confieso. Les digo mi edad, ya saben lo que querían
saber. Me desatan y se van triunfantes, yo me encuentro tan agotado, que me quedo
tirado en el suelo en posición fetal.
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