Hoy era uno de esos días en las que me apetecía salir.
Normalmente me encuentro en mi oficina dibujando páginas de cómics, siempre
estoy encerrado para poder entregar mi trabajo a tiempo. Pero hoy, algo me dijo
que tenía que salir.
El día parecía
perfecto, el cielo estaba azul, las nubes pasaban raudos, la gente era más amable.
Todo brillaba alrededor.
Entonces la vi cayendo. Todo sucedía a cámara lenta, y podía verlo todo. No presencié el
momento en el que saltó al vacío, sino cuando descendía. Era una niña de
aproximadamente diez años, rubia de pelo largo que no dejaba ver por completo
su rostro y llevaba puesto un vestido de rosas estampadas. Caía de espaldas, mi
cabeza apuntaba al cielo, y mis ojos seguían la trayectoria arqueada que
producía la niña.
No sé si era el único
que veía todo eso, pero no quería perderme ningún detalle, quería ver cómo acabaría
todo esto. Se oiría un estampido contra el suelo, la gente cercana gritaría de
miedo, de asco, o gritaría por gritar; todos se acercarían al cadáver y verían
el cráneo de una niña abierto como un melón y su postura en el suelo sería
cómica para algunos.
Por un instante toda
esta situación me pareció surrealista, por un instante vi algo que no me
parecía posible. La niña descendía despacio a tierra firme, hasta quedarse
acostada en el mismo asfalto que en una situación normal, varias personas
estarían quitando una mancha humana con unas palas.
La niña se acercó
corriendo a donde me encontraba. Yo estaba con la boca abierta y pensando si
todo esto era real. La niña se paró a centímetros de mí, y se arrancó un trozo
del vestido, ofreciéndome una de las rosas estampadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario