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lunes, 2 de junio de 2014

El número de teléfono

No entendía muy bien lo que había pasado aquella noche, recuerdo el olor a comida quemada, gente que no sabía que era el gofio y un imbécil borracho que no paraba de llamarme gordo.

 La rubia, que es novia de un chico que conoce un amigo mío, no para de arrimarse y acariciar al susodicho amigo, ¿demasiada amistad en poco tiempo? ¿Borrachera? Sólo sé que un tercer tío está celoso y se quiere tirar a la novia rubia de su amigo. Pero mi colega ya tiene todas las papeletas.

 No recuerdo cómo llegué allí. La camarera me invita a su última copa, no la rechazo, mi corazón esa noche está vacío, de algo hay que llenarlo. Un tipo, al lado mío, me empieza a contar historias, sobre telenovelas, vírgenes paralíticas. No me interesa, me vuelvo y a mi otro lado hay un tipo repugnante, enano y feo vestido de negro que no para de contar historias absurdas, y de decirme que le parezco interesante para unos relatos.

 El camino fue largo, esquivando borrachos, y comedores de carne quemada a 1 €uro, piso unos cuantos charcos de meados hasta llegar a ese bar tan conocido situado en el centro de la ciudad. Una vez dentro, el DJ, va descamisado, supongo que será de Madrid, pero por sus pintas parece natural de la isla, ahora no puedo asegurarlo.
 Alguien me hace cosquillas, rezo porque sea una tía buena y me la pueda llevar a casa, pero noto sus dedos muy anchos y fuertes, y efectivamente, no se trata de una pibita, es un colega amante del rock que le encanta las fotos de conciertos que hago.

 Durante un par de horas mantengo conversación con un tipo que vino en cholas porque había perdido su zapato derecho, con esa afirmación me desmontó por completo, ya que se supone que uno de los protocolos que han de llevarse a cabo en una invasión alienígena, es que los extraterrestres te dejen sin el zapato izquierdo. Una vez más, el cine nos demuestra que todo es falso.

 Antes de acabar tan surrealista noche, me encuentro con una amiga de la infancia, no la había visto desde hace tres semanas, al saludarme me picó como siempre, produciéndome quemaduras en mi hombro izquierdo.
 Me dijo que ya tenía unos gatitos nuevos en su casa, y que hacía tiempo que no me pasaba por allí, entonces me pidió mi número de teléfono para invitarme a comer a su casa, ante tanta molestia que podría causarles le dije que no hacía falta darle mi número, que ya podíamos contactar mediante el Assbook o por correo. Ella hacía caso omiso a lo que le decía, y empezó a escribir mi nombre en su agenda. Le insistí que no hacía falta darle mi número, entonces ella se rebotó, me dio un bofetón, y me dijo que a mediodía había hecho rosbif con chocolate. Le pregunté qué era un rosbif de chocolate, ella me dijo que ahora no me lo iba a decir hasta que le diera mi número de teléfono, y se marchó indignada y con lágrimas en sus ojos hacia su coche.

lunes, 17 de marzo de 2014

Retazos de un sueño que parecen recuerdos lejanos

De repente te veo, frente a mí, gritándome, llorando, tirando cosas al suelo, histérica, vesánica e iracunda. Yo permanezco frente a ti, cabizbajo, avergonzado, no entiendo cómo hemos podido llegar a esto. Mi corazón late acelerado, mis manos tiemblan y tú no dejas de gritarme.
 Te veo a cámara lenta, tu voz ya no me llega. Mis sensaciones en ese momento son un cúmulo de nervios, ira y vergüenza. Quiero cogerte de la mano, pedirte perdón, pero siento mi cuerpo muy pesado, y cuanto más me esfuerzo por intentar moverme, menos quiero hacerlo.
 Quiero creer que esto no está sucediendo de verdad, hasta hace un momento estábamos bien, y de sopetón, una vorágine de gritos y enfados chocaban en las paredes de nuestra casa.
 Sigues arrojando cosas, es entonces cuando coge la cámara de fotos que le regalé hace años. Me lo arrojas con furia, el objeto viene hacia mí, también lo hace a cámara lenta, y mientras observo la trayectoria de la cámara hacia mi cabeza, voy recordando la noche en que se la di.
 Ella se marchaba a vivir lejos de todo, y de todos. Aún quedaba dos semanas antes de que se fuera, y me dijo en un tono bromista: “Quiero que me regales una cámara de fotos”. Yo le dije en un tono similar al suyo: “Vale, eso será mi regalo de despedida”.
 En la última noche con ella, esperé el momento adecuado, y cuando ella abrió la caja y vio que efectivamente le había regalado lo que ella me había dicho en broma, unas lágrimas se asomaron por sus ojos. Fue entonces cuando me abrazó por primera vez, sentí la calidez de sus brazos y su aliento en mi oído al decirme “gracias”.
 No hice nada para evitar el impacto, caí de espaldas, noté la sangre correr por mi frente...Al despertar, miré al techo, extendí mi brazo en busca de su calidez al otro lado de la cama. Pero ella no estaba allí, nunca había estado allí. Siempre he estado solo. Ella se marchó hace tiempo. Le había entregado mi corazón, pero ella nunca lo supo.

lunes, 10 de marzo de 2014

Sueños de futuro



Ella se encontraba ahí, acabada de la vida, aprovechó el último día de los carnavales  para poder desahogarse con sus amigos que no veía en tiempo. Éstos se fueron marchando progresivamente, ella se quedó con sus otros amigos, pero ya estaba más que perjudicada, y aún así siguió ingiriendo más alcohol porque sentía una pena profunda que sus amigos la dejasen sola, incluso después de venir a buscarla.

 Sentada en la barra, hablando con un amigo, se sentía frustrada porque nadie aceptaba beber de la copa que ella ofrecía, incluso su amigo fingió beber para no decepcionar la pobre borracha que introducía su lengua hasta en las cavidades más profundas de bocas de amigos no heterosexuales.

 Después de pasarse horas bailando, bebiendo y de darlo todo, la joven se siente cansada y se va adormeciendo. No se puede levantar, se encuentra pesada y con ganas de vomitar. Un amigo se le acerca por si necesita apoyo.

  La chica comienza a hablar entre sueños, sobre su pasado, de las cosas que quería hacer cuando fuera mayor y de las decisiones que le hubiera gustado escoger. Pero la realidad le hace tomar un camino totalmente diferente, habla de su madre, ésta le dice que estudie algo que le pueda dar independencia y economía, que más tarde podrá vivir todo lo bohemia que ella quiera.
 Odia su trabajo, la gente a la que atiende. Odia que todo el mundo se dedique a lamer culos y que para escalar puestos en el trabajo no sea por la capacidad, inteligencia o las ganas de trabajar, sino mediante favores sexuales.

 Algo la hace despertar, mira a su compañero y se viene abajo, comienza a llorar como una plañidera. Se seca las lágrimas con los pelambres de su peluca, parte del disfraz que ella venía encarnando a su cantante de La Movida favorita.

 Su amigo trata de disculparse, le ofrece un pañuelo y se suena los mocos con gran estruendo. Llora durante un buen rato, mientras la luz del sol se cuela por la claraboya del local, la chica sabe, desde su interior, que algún día alcanzará esos sueños de futuro, dejando atrás un pasado marcado por la realidad.

lunes, 3 de marzo de 2014

La novia

Mi disfraz de Hombre Topo se me va cayendo a pedazos. Llevo una tranca que no me mantengo en pie y voy rebotando por todas partes. Llevo un buen rato caminando intentando buscar a mis colegas de fiesta, hace rato que no escucho la música de las verbenas, o estoy demasiado lejos, o la fiesta ya ha terminado.
 Entre buche y buche, llego a la carretera. Allí diviso a lo lejos una figura blanca, mi mente borracha no puede computar qué puede hacer una persona por ahí, cuando yo mismo he llegado a semejante lugar. Mis ojos nublados por el alcohol ven que esa persona también viene tambaleándose como un servidor, y que supongo que habrá cogido el mayor "pedo" de su vida.
 La figura se va aporximando cada vez más y veo que se trata de una mujer con un vestido de novia manchada de sangre. Al principio me resulta gracioso, hasta un buen disfraz. Pero viéndola en ese sitio y caminando de esa manera, junto con la sangre que le va saliendo de su cabeza, dejo de reír.
 Me acerco para ver si se encuentra bien. La pobre es como si hubiera sufrido un accidente de coche, está cubierta de sangre y parece desorientada. Entonces me mira con unos ojos muertos, se abalanza sobre mí, y noto cómo sus dientes se clavan en mi cuello, lo último que siento es el desgarre de la carne, junto al brote de mi sangre caliente llena de alcohol.