Todo lo que sabemos de él, fue que no se tomó sus 33 cl. de
costumbre.
Aquella mañana era
muy calurosa, me había puesto a la sombra y no sabía cuánto tiempo estaríamos
todos aquí. Me enviaron para fotografiar el posible desahucio de una familia. La
policía formaba una línea férrea frente a unas personas vestidas de verde,
posiblemente de alguna asociación, para que no echaran a esa familia de su casa.
Casi todos los medios de comunicación estábamos ahí, cuando el que faltaba hizo
acto de presencia. Hoy la cámara fue la rubia, buena chica y todo eso, pero yo
prefiero a la que siempre viene de azul. Su compañero se baja y me hace el
saludo de los rockeros, le devuelvo el saludo con un gesto con la cabeza y me
aproximo a donde está mientras su compañera cogía recursos.
-¿Qué tal? No nos
veíamos desde el último concierto de los “Adaptatoides”
-¿Cómo quieres que me
encuentre? Pues mal…todo esto es una mierda.
-No me digas que hoy
no te tomaste tus 33 cl.- Empecé a preocuparme, aquello de que no se tomara sus
33 cl. era muy grave.
Se apartó de mi lado y se dirigió al maletero de su coche,
en el interior pude ver que habían dos cubos, uno lleno de corazones de
peluche, y el otro cubo rebosaba de piedras. Mi compañero de medios cogió un
buen puñado de piedras y sin previo aviso los lanzó contra la fila de policías que permanecían desconcertados. Él
lanzaba más y más piedras mientras soltaba improperios, ante tal espectáculo no
me quedó otra que fotografiar aquel
momento y ver cómo por sorpresa, la policía huía despavorida y chillaban
como niñas pequeñas. Las personas que iban de verde gritaban y vitoreaban al
lanzador de piedras, que aún seguía en estado iracundo hasta que su compañera
le trajo una Coca Cola de 33 cl. para calmarse.