Hasta hace poco este edificio estaba deshabitado. Sus muros
grises y sin terminar por la falta de dinero, muestran diariamente al público
sus asquerosas entrañas. Todos los días pasaba por delante y veía cómo se iba
consumiendo hasta tal punto que parecía que en cualquier momento se fuera a
desmoronar.
Pero sin darme apenas
cuenta y en poco tiempo, he sido testigo de que este grandioso edificio en
otros tiempos, se ha convertido en el refugio de muchos gatos. Al principio podía
ver a uno, dos, tres a lo sumo. Pero ahora es como un santuario gatuno. Gatos
de todo tipo, la mayoría mutilados por algún accidente, otros recelosos de
presencia humana y los más atrevidos se atreven a maullar de manera inocente a
un palmo de la valla.
Me he estado preguntando
cómo de unos pocos gatos se haya convertido en tan poco tiempo en una
verdadera comunidad. Y la respuesta se encuentra en “ellos”. Ellos, esas
personas anónimas que dejan alimentos y agua cerca de estos animales. Ellos,
esas personas normales que se cruzan contigo cada día, pero que no sabes de su
implicación desinteresada por intentar cuidar de animales inocentes que se han
quedado en la calle.
Ellos están ahí, en
las manifestaciones, en el día a día poniéndoles voces a los animales para que personas que como yo y como tú, seamos capaces de oír.
No al maltrato
animal, no a las peleas entre animales, no al abandono. Ellos están ahí para
actuar, dar de comer y de proteger.
Hasta hace poco este
edificio estaba deshabitado. Ahora el ayuntamiento ha decidido tapiarlo con los
gatos dentro. Paso por delante del edificio, los trabajadores ya están listos para tapiar. Pero "ellos" ya están ahí, ellos son su voz.