La convocatoria para la rueda de prensa estaba situada en
una nave en medio del desierto. La noticia consistía en el traslado de
materiales de una nave a otra, demoler la nave grande para reducir el impacto
medioambiental.
Nos reunimos todos, los
representantes de la empresa y los máximes representantes del gobierno estaban
ya aquí. Los demás medios estaban recogiendo totales de estos trajeados, los
fotógrafos se mataban por tener el mejor ángulo. Yo no me había podido tomar
mis 33 cl, y mi ira ante tal esperpento iba en aumento. Mi cuerpo comenzaba a
temblar, el sudor me recorría el cuerpo junto con picores abrasadores en la
espalda. No podía aguantar más la situación, mi ira me domina, me dirijo a la
entrada de la nave y cierro la puerta desde fuera. Mis piernas no me sostenían
de la emoción. Oigo con alegría distópica cómo dan golpes a la puerta, sus
gritos son como cánticos en mis oídos. Pero lo que no saben los muy imbéciles,
es que ahí dentro y en medio del desierto, no hay cobertura de móvil.
Han pasado veinte días
desde que los dejé encerrados. Cada día veía cómo se iban consumiendo. Desde
una ventana en la que podía ver la nave, observaba sus lamentables y penosos
estados.
Al principio no hacían
otra cosa que pedirme que los dejara ir. Luego de un tiempo, vinieron los
insultos y las amenazas. Pero cuando el hambre y la desesperanza les hicieron mella
se fueron autoconsumiendo hasta llegar a un estado de rendición absoluta.
Los observo
consumirse, los observo perecer. Solo quiero ver el mundo arder.