Son las seis y media de la mañana, me queda una hora para
llegar al trabajo, pero llevo dos horas antes, despierto mirando al techo
sumido en mis pensamientos. Presiento que hoy va a ser un día nefasto, es
lunes, eso ya lo hace fastidioso. Empezamos bien cuando a las siete y diez, mi
vecina de arriba se le oye el taconeo de sus pasos, es como si no tuviera cholas,
nada más bajarse de la cama se pone los zapatos de tacón. En el bar el café me
sabe amargo y lo peor es que me toca dos sobres de azúcar con la misma frase de
este cineasta que se casó con su hija adoptada. La mañana es nublada, como
presagiando verdaderamente un mal día, mis pensamientos se llenan a cada paso
que doy hacia el trabajo de negatividad ,sumados a un malestar personal e
intestinal. Entonces hay algo que me hace parar, lo que veo es una imagen que
hace que no me sienta mal y aparte todos mis pensamientos negativos. Dentro de una
tienda veo a una niña agachada y al otro lado del cristal un cachorro de perro jugando con esta niña, el
perrito se levanta sobre sus patas traseras y le ladra al cristal. Me rio de la
situación, y aunque haya sido un momento, me hace pensar que aunque sea lunes y
que uno esté rodeado de estrés, desgana o de negatividad, hay cosas en este
mundo que verdaderamente merece estar para disfrutarlas.
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