Ya habíamos llegado los doce, y entre risas, anécdotas y
quesos, el vino del anfitrión se hizo presente. Todos, excepto yo (que no tengo
la costumbre del vino) se ponían las botas, unos decían que estaba bueno, otros
que estaba simpático, que se dejaba llevar, e incluso oí que alguien decía que
el vino sabía a café, y a chocolate después de comerse un par de churros. Veía
que todos tomaban tanto vino que les dije que más de uno se dará una hostia en
el piso, y justo en ese momento cuando cogía un trozo de pan fui yo quien se
cayó de la silla porque ésta se había caído. El primero en reírse fui yo aún
tirado en el suelo, entonces llegó el resto de risas y burlas. Sin previo aviso
las demás sillas se fueron rompiendo y uno a uno se encontraba en el piso. Entonces
me levanté cogí una copa (y rompiendo mi promesa de no beber) propuse un brindis para los que caemos y nos
tenemos que volver a levantar.
...y lo más importante, si te caes y además te levantas con más ánimo y por una buena causa, como es el vino, tiene usted ganado el cielo, al menos el de Baco.
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