Llegamos milagrosamente a una gasolinera ya que llevamos
mucho tiempo en reserva. Lleno el depósito y a la hora de pagar y marcharme
veo que de los servicios sale un tipo igual que yo. Se dirige a mi coche y lo
enciende, pese a la perplejidad de verme a mí mismo subiéndome al coche, yo me
subo a la parte trasera. Mi yo que va conduciendo empieza a llorar, mi novia
intenta secarle las lágrimas pero él rechaza el gesto. Desde la parte de atrás
lo veo todo y me doy cuenta de lo estúpido que soy, le digo a mí mismo que pare
el coche. Me bajo y le digo que se baje también, me despido de él y nos
marchamos, por el retrovisor aún lo veo
quieto en medio de la carretera, le cojo la mano a mi novia y se la acerco a mi
rostro, haciéndole saber que ya no habrá más lágrimas de tristeza.
Fuente: La Princesa y el Guerrero.
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