Me
mentiste, me prometiste que siempre estaríamos juntos. Al principio no fui más
que un instrumento para que lograras tus objetivos. Acepté sumiso porque a
pesar de tu frialdad, tus metas eran honorables.
Pasamos por muchas cosas, con el tiempo
llegaste a apreciarme, y junto con el sacrificio de ella, cambiaste para mejor.
Me prometiste que siempre estaríamos juntos, me mentiste. No
me aparté de tu lado en tus momentos de más necesidad. Te llevé en mis hombros,
te ocultabas en mi sombra. Tu mirada letal y oscura no dejaba acercarse a
nadie, pero yo fui el único en ver bondad en ellos. ¿Qué más necesitas para
darte cuenta de que no quiero que te vayas?
Es un dolor extraño morir de nostalgia por
algo que no vivirás jamás. Ya nadie puede romperme el corazón porque ya no me
pertenece.
Siempre estaríamos juntos. Me mentiste. Resulta tan
difícil desprenderse de aquello que da sentido a tu vida una vez hallado. No
importaba con cuantas murallas protegías tu corazón, siempre encontraba una
grieta por la que me colaba.
Me guiaste por bosques frondosos, nadaste
conmigo hasta las profundidades marinas y volaste a mi lado a través de las
nubes.
Me prometiste, me mentiste. Demasiados ocasos a tu lado, la
luz del crepúsculo te hacía bella, pero tu mirada era nostálgica y triste. ¿De
verdad lo echabas tanto de menos? Yo estaba ahí…no era suficiente.
Nuestros sentimientos cambiaron a medida que
pasaba el tiempo, la despedida era inevitable. Prometiste que nos volveríamos a
ver, prometiste que siempre estaríamos juntos. Me mentiste.
Me mentiste, me prometiste que siempre estaríamos
juntos. Sé que es imposible y que nunca más te volveré a ver, sin embargo, no
puedo evitar que mi corazón siga esperándote. Estaré aquí ahora, cuando el
amanecer parezca lejano, cuando la paz y la esperanza empiecen a desvanecerse.
Todavía seguiré ahí.
Después de todo lo que hemos pasado llegó la
despedida y con ella uno de los momentos más duros de mi vida. Y al final, terminaré
solo, preguntándome si mereció la pena regalarte mi corazón.