Verla me hacía soñar,
contemplarla me hacía sentir dichoso, sus cabellos rubios iluminaban los
sórdidos sótanos de oscuridad entre tanta gente. Sus ojos azules me hacían
sentir en un océano de felicidad.
El amor nunca se dio.
Tan insignificante soy en tu mundo, te escondes lejos,
perdida, bajo las
cloacas, si yo hubiera muerto nunca te hubieras entristecido.
Rosas muertas en tu
ventana, desde ahí me observas, preferiría una mirada de odio antes que mil
sonrisas forzadas, siempre fui yo a quien despreciaste. ¿Dónde está la luz?
Seguramente llorando entre las sombras.
Ondina que cantabas
nanas en mis oídos, dormía bajo tus pechos, despertaba en ilusiones falsas que
manipulabas a tu antojo. ¿Dónde está la oscuridad? Ahí sentiré menos frío.
No más historias
acerca de ella. Es tarde, demasiado tarde, el dolor se apoderará de mí, y la Muerte , afuera, buscará los
pecados que cometí.
Irrisorio, invisible,
ése es mi sino. Ahora, tus lágrimas no significan nada para mí, no soy lo
suficiente para ti como para llorarte. No me vas a escuchar si te digo “lo
siento”.
Cae la lluvia, la
música del carrusel se apaga lentamente, toda luz se torna oscuridad. Los
juguetes de tu habitación se van rompiendo.
A través de la niebla
oigo oscuras criaturas cantando terribles canciones. El amor nunca se dio. Aquí
tengo una canción de cuna para que cierres los ojos, ahora duerme, quédate solo en mi
memoria amada mía. Adiós.