lunes, 27 de mayo de 2013

Muriendo por dentro: Canción de cuna.


Verla me hacía soñar, contemplarla me hacía sentir dichoso, sus cabellos rubios iluminaban los sórdidos sótanos de oscuridad entre tanta gente. Sus ojos azules me hacían sentir en un océano de felicidad.

El amor nunca se dio. Tan insignificante soy en tu mundo, te escondes lejos,
perdida, bajo las cloacas, si yo hubiera muerto nunca te hubieras entristecido.

Rosas muertas en tu ventana, desde ahí me observas, preferiría una mirada de odio antes que mil sonrisas forzadas, siempre fui yo a quien despreciaste. ¿Dónde está la luz? Seguramente llorando entre las sombras.

Ondina que cantabas nanas en mis oídos, dormía bajo tus pechos, despertaba en ilusiones falsas que manipulabas a tu antojo. ¿Dónde está la oscuridad? Ahí sentiré menos frío.

No más historias acerca de ella. Es tarde, demasiado tarde, el dolor se apoderará de mí, y la Muerte, afuera, buscará los pecados que cometí.

Irrisorio, invisible, ése es mi sino. Ahora, tus lágrimas no significan nada para mí, no soy lo suficiente para ti como para llorarte. No me vas a escuchar si te digo “lo siento”.

Cae la lluvia, la música del carrusel se apaga lentamente, toda luz se torna oscuridad. Los juguetes de tu habitación se van rompiendo.

A través de la niebla oigo oscuras criaturas cantando terribles canciones. El amor nunca se dio. Aquí tengo una canción de cuna para que cierres los ojos, ahora duerme, quédate solo en mi memoria amada mía. Adiós.

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