lunes, 14 de octubre de 2013

La habitación del ángel



Ilustración: Thami Sánchez.

Vuelvo a discutir con ella. Esta vez lo hacemos a puerta cerrada y sabiendo que nuestra hija se encuentra en su habitación, preparándose para irnos al parque de atracciones. No para de reprocharme que no hago más que escribir y escribir, que no le dedico tiempo a ella o a nuestra pequeña. Yo no soporto más sus rabietas. Y antes de coger a mi hija, mi mujer se desploma y entre lloros me confiesa que me ha visto con otra, con una pelirroja. Me quedo inmóvil en el umbral de la puerta, y sin decir nada me voy al coche.

 Para que todo parezca de lo más normal, ella y yo actuamos como siempre, mi esposa coge la cámara y comienza a filmarnos antes de subirnos al coche, y nos despedimos con la mano añadiendo una sonrisa de lo más cómica. 
 Lo pasamos bien en el parque de atracciones, el olor del algodón de azúcar me trae recuerdos de mi propia infancia en la que yo venía con mis padres...antes de separarse. La niña reía sin parar y a cada rato nos decía que nos quería mucho. Yo la miraba con culpabilidad, pero no podía hacer otra cosa. 

 Regresamos a casa en silencio. Nuestra hija se encontraba durmiendo en la parte de atrás. Mi mujer me coge de la mano, y en voz baja me dice que no lo haga, y comienza a llorar por lo bajo. Llegamos a casa, ambas se bajan del coche. Ella me mira con tristeza, yo no me atrevo a mirarla. Sólo contemplo a mi pequeño retoño, acurrucada entre sus brazos, durmiendo como un pequeño ángel a la que no me podré despedir. Me marcho en silencio. La promesa de una vida mejor está a lo lejos, en el horizonte.

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