Volver a aquella rutina, volver y que cuesta. Mi cuerpo, sabio y consciente de que algo marcha mal, manda sobre mis decisiones y me dice que he de reposar. Disfrutar tan sólo de un día, de una noche que se torna diferente como las otras, donde comparto impresiones con el colega de aficiones, donde me descubre libros, películas, cómics que desconozco, donde nuestro pequeño proyecto, nuestra pequeña ilusión crece y se alimenta.
Risas y una cerveza, no más. Tras un pequeño paseo, al volver todos al bar de siempre, vemos como algo inusual pasa, un hombre delgado, mediana edad, colocado, borracho, vociferando estupideces, algunas entendibles, otras no. Un hombre en pleno ataque de histeria, donde la testosterona predominaba, donde no paraba de golpear paredes y puertas, donde el portero del bar no hizo otra cosa que esconderse y salir de repente otra persona, menuda y conocida y querida por mí. Le paró, como un héroe, le redujo al suelo, mientras aquel impresentable no paraba de llorar y gritar.
Tras ello charlas con aquel ser que presumía de que iba a hundirlos a todos, no sabía si sentirme aludida, me mantuve al margen. Y voló mobiliario urbano, casi hiriendo a niños y transeúntes que pasaban por allí. Protegí a mi mejor amiga y nos alejamos, viéndolo todo en la lejanía. La policía, como de costumbre, pasó cuando aquel ser ya se había ido, esfumándose entre los callejones, tambaleándose, acompañado por un ser civilizado.
Todo esto sucedió frente a mis narices, como en una película, como si de repente hubiera un villano y un superhéroe y su equipo. Y yo me sentí salvada y protegida. Para celebrarlo, un brindis con aquellos héroes nocturnos que no sólo están detrás de la barra, sino que nos defienden, lo dan todo por nuestra seguridad.
He disfrutado siendo yo en todo momento, en ver la cara de sorpresa de ella por un regalo que le hice y no se esperaba. Pero va siendo hora de retirarse, va siendo hora de descansar. Ayer, en los fuegos artificiales, esos que me gustan desde niña, he podido abrazar a mi gran amiga que se va dentro de poco, y me dio una punzada al corazón por irse, por no haber disfrutado de ella, por volver a no tener cerca a alguien con la que tantas afinidades tengo.
Y a cada explosión de color impresionante, mi amiga, fiel a nuestra amistad de antaño, me agarraba muy fuerte y me soltaba un te quiero. Un te quiero de hermanas, de habernos salvado el culo mutuamente, de comprendernos mutuamente. De decirme cosas que muchas veces no quiero oír. Y fue justamente ahí cuando decidí tomar otra decisión. Decisión que marcará mi existencia. Visitar Irlanda, verla en ese país nuevo al que va y yo nunca he visitado, entre pintas y en un rancho con caballos, con su estudio independiente y con miles de aventuras que recorrer. Rellenar otro punto más en el mapa como visitado. Irlanda nos espera amiga.
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Ya no escucho la voz que desde que yo era niño alimentaba mis fantasías e ilusión de ganar alguna muñeca chochona, o cualquier premio de la tómbola. Hoy ha permanecido en silencio la feria, la música, los gritos de los niños, el ruido de las máquinas de las atracciones, todo quedó ahogado sin la voz tan característica del señor de la tómbola.
Esta semana ha sido un sin parar de buena música, ambiente y rock and roll. Aparte de eso, un viejo amigo entra en escena llegado de lejanas tierras, y es como si nunca se hubiera marchado, sigue igual de siempre, lo que me hace preguntarme a mí mismo, si yo también sigo igual, o sin que me diera cuenta me he llegado a contaminar llegando a ser igual que el resto.
Nuestro proyecto en conjunto va creciendo día a día, relatos, historias, dibujos, fotografía…mi compañera no me cree cuando le relato cómo será dentro de un par de meses cuando nuestro proyecto se asiente. Cuando a ella le llamen de una editorial importante y por fin uno de sus sueños se vea cumplido y pueda ver en las librerías su novela ya publicada. Y con entusiasmo brindamos con nuestras botellas de agua.
Después de un rato de distorsión y de fotografiar a escondidas piernas de una pareja de modelos improvisada, llegamos a ese bar ubicado en el centro de la ciudad. De milagro esquivo un cubo de basura que me vino volando, y al ver lo que estaba pasando veo cómo uno de los que trabajan en el bar reduce a un tipo que empezó a armarla insultando a todos, y queriendo buscar bronca. Después de ser reducido, empezó a dar vueltas como un buitre, gritando y sollozando, lamentablemente no le vi partir, pero luego sí llegó la “caballería”, uno de la policía local estuvo sacando pecho, y después de que terminara la tormenta preguntó qué había pasado.
El fin de verano llega cuando los fuegos artificiales iluminan la noche, miles de personas se agregan en torno a la feria y sus cercanías, y las parejas sienten que su amor también se esfuma como la luz que surca la oscuridad y se pierde en la nada. En ese momento me encuentro con mis amigos, viéndolo todo desde lejos, como si eso no fuera de nuestra incumbencia. Al terminar, se oyen aplausos y gritos de alegría. No podemos parar de reír porque es como si estuviéramos en un concierto. Llegó el fin del verano, las vacaciones…pero aún así el espectáculo a de continuar.
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