Ruta de tiendas chinas, hacía tanto tiempo que no lo hacía que lo echaba de
menos. Ella y su amiga iban en busca de algo barato para disfrazarse en
Halloween, llenar un traje de sangre y pintarse la típica cara de
zombie-cadaver.
Otoño en Lanzarote ciertamente es extraño, pero ese día el sol brillaba y
las nubes no habían aparecido, excepto esos aviones raros que dejan rastros de
nubes en forma de línea perfecta.
- Nos están rociando – dijo Emma.
Ella, escéptica, pasa de su comentario. Siempre ha pensado que son aviones
con maniobras militares.
Empiezan por una pequeña tienda china, no hay mucho que ver con la ropa,
sólo sudaderas y pijamas de franela ¡pero si aún no hacía frío!
De repente, recuerda que hay una tienda más grande, a la que fue una vez a
comprar pelucas para un coro de góspel dos años atrás. Al entrar aquellos
chinos tenían cara de amargados y no sonrieron ni dijeron nada. Siguieron al
fondo. Vieron a una madre dar de comer una sopa de pollo a un niño chino,
calvito, con apariencia cadavérica, como si fuera de esos niños chinos que ves
en los documentales que pasan hambre en la calle, para nada son de esos
rollizos y siempre sonrientes.
Como habían tantos pasillos con toneladas de ropa y zapatos que llegaban
hasta el techo, mezcladas, pijamas con trajes brillantes, calzoncillos, zapatos
tan vertiginosos que podrían ser para dragqueens o strippers; decidieron
separarse y comenzar a ver pasillo por pasillo a ver si algo podría servirles.
Escuchó un ruido, tras otro. Y luego, sólo aquella música de reggeton que
estaba desde el principio. Tami no paraba de mirar, buscar algo azul para ver
si servía. Se estaba frustrando al no ver nada. Llegó al final de la tienda, ya
desesperanzada al no encontrar lo que buscaba.
Estaba sola, pero tranquila. Miró al techo. No estaba encalado, se veía a la
perfección los ladrillos pintados de blanco y el cableado eléctrico por fuera.
Varias luces parpadeaban haciéndola recordar a esas películas coreanas de miedo
que tanto le gustaban.
Quiso ir al siguiente pasillo, pero al mirar vio que había una china mayor
extremadamente delgada. Le dio vergüenza pasar, aparte de una pequeña punzada
al corazón. Algo pasaba, ¿por qué había tanto silencio? ¿Por qué estaba sola?
¿Por qué olía a sopa en todo el lugar?
Siguió caminando entre otros pasillos, el olor a plástico la confundía,
aquellas luces intermitentes comenzaron a ponerla nerviosa ¿dónde estaba Emma?
Decidió salir de esa parte del local. Ya estaba cerca de los probadores. Ruido
de agua. Miró al suelo. El tubo del aire acondicionado goteaba y había un
charco en el suelo, pero el agua no era transparente sino roja, ¿qué estaba
pasando? Tami comenzó a agobiarse. Hacía mucho tiempo que no pasaba por un
momento tan incómodo, con lo cual, comenzó a hiperventilar. Comenzó a seguir el
rastro rojo en el suelo, que llevaba directamente al interior de los
probadores. No había nadie alrededor, pero si ruidos extraños, olores
extraños.
La luz del probador de donde venía el líquido rojo estaba
apagada, así que corrió lentamente la cortina blanca, no veía apenas nada, pero
a medida que abría la cortina, todo encajaba. Estaba el bebé, pegado a su madre
en la espalda por una tela negra. Su madre estaba mirando al suelo. Abrió un
poco más la cortina y pudo ver la cabeza de Emma a un lado del suelo y su
cuerpo ya sin vida en el otro lado, mientras aquel ser estaba cortándole uno de
sus brazos, el izquierdo, el cual tenía un ojo tatuado.
La china no se había dado cuenta, estaba tan hambrienta que
no percató su presencia. El bebé estaba mirando con ojos deseosos su cena.
Cerró la cortina, caminó rápido hasta la entrada. La puerta
estaba cerrada, las rejas echadas y las luces se apagaron.
Por instinto, Tami corrió debajo de uno de las estanterías
con ropa y se escondió entre ellas. Agradecía ser delgada y escurridiza para
escapar. No lloró, se limitó a pensar en sobrevivir. Envió un whatsapp a
Felipe, “No te lo vas a creer, Emma está muerta, va a ser la cena de unos seres
horribles. Ni en nuestros relatos nos hubiéramos imaginado tal horror, llama a
la policía, te mando la ubicación. Voy a apagar el móvil que no quiero que me
vean”.
Apagó el móvil y con lo cual, su conexión al exterior. Se
quedó muy quieta, esperando. Perdió la noción del tiempo y lloraba en silencio.
Tantas cosas por hacer y no podía ya. Tantos sueños que cumplir y quizás no
pasaría de esa noche, ¿así se puede sentir un animal acorralado? ¿una simple
gacela al ser perseguida por un leopardo? No, ellos corren, huyen. Ella estaba
atrapada en un almacén, que tenían de tapadera.
De repente, alguien la
cogió de la pierna y la arrastró por el suelo, era aquella vieja.
Llevaba un cuchillo de cocina, cuadrado, enorme, de esos que pueden cortar
huesos y carne de un tajo. Se pararon frente a los probadores. Tami comenzó a
mancharse con la sangre de Emma. Aquella vieja comenzó a reírse. La miró y le
cortó la pierna. Tami comenzó a chillar, todo su sistema nervioso la avisó de
un dolor inminente, jamás sufrido. Quería desmayarse, pero no podía. No tenía
una pierna, pero aún tenía vida para escapar. Se reclinó como pudo y mordió a
la vieja, sucia, maloliente. Su sabor, a basura; su sangre, salada. La vieja,
sorprendida, la empujó y le mordió la otra pierna aún pegada a su cuerpo.
Tami se despertó sudorosa, casi a punto de gritar. Lola, su
gata le estaba arañando la pierna y mordiéndola levemente. Todo era una
pesadilla. Se giró para abrazar a su pareja y al hacerlo, vio sus manos
manchadas de sangre. Se levantó aterrorizada, había destripado a su pareja con
un cuchillo de cocina, exactamente igual que al del sueño.
- Mierda, ¡quién me manda ser sonámbula!
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Después de haber encontrado unos disfraces bastante decentes
en los chinos, decidieron irse a comer.
La costumbre es ir a la pizzería de Playa Honda, pero los amigos de Felipe ya
estaban un poco hartos y le convencieron a que fueran a un bufete chino en
Costa Teguise, que se come todo lo que se quiera por cuatro euros.
Felipe mostró su desdén y rechazo por la idea, pero Christo
y Yonathan llevaban la voz cantante y se dio por zanjado que irían al bufete.
De camino a Costa Teguise, empezó a llover copiosamente,
Felipe miró por la ventanilla, con el pensamiento de que al día siguiente
tendría que fotografiar los barrios inundados de Argana Alta. Si es que todos
los años que llueve es igual, y no sólo Argana Alta se veía inundada, sino
prácticamente toda la ciudad de Arrecife, el año pasado mismo, las lluvias se
cobraron más de cien muertos e incontables heridos, cuatro desaparecidos y una
millonada en daños personales.
Christo rompió sus pensamientos cuando le envió por teléfono
un vídeo de un tío montándoselo con un burro mientras le pillaban, imagen que
le provocó más de una arcada.
Llegaron a su destino, pero desde el coche hasta el
restaurante se mojaron por la lluvia. Al entrar en el restaurante lo primero
que hicieron los tres chicos al unísono fue poner cara de asco por el olor que
allí se respiraba, olía fuertemente a sopa, un olor nauseabundo de una sopa que
ninguno sabría decir cual eran los ingredientes.
Aún así se acercaron a los platos y comenzaron a ver las
fuentes que ahí se exhibían. Toda la comida que se mostraba estaba totalmente
podrida, daba asco. En ese justo momento, Felipe recibió un whatsapp de su
amiga Tami, que decía: “No te lo vas a creer, Emma está muerta, va a ser la
cena de unos seres horribles. Ni en nuestros relatos nos hubiéramos imaginado
tal horror, llama a la policía, te mando la ubicación. Voy a apagar el móvil
que no quiero que me vean”.
De pronto se apagaron las luces del restaurante, los jóvenes
se quedaron inmóviles, hasta que empezaron a oír ruidos procedentes de la
cocina, eran pasos de más personas, gemidos y relamidos. No se podía ver nada,
como fuente de luz eran los relámpagos que caían incesantemente. De repente se
oyó un grito, era de Yonathan, lo habían cogido los chinos del restaurante, y
entre destello y destello vieron cómo descuartizaban a su amigo y se metían
trozos de su carne en sus ansiadas bocas caníbales.
Los dos que quedaban echaron a correr hacia la salida, que
en contra todo pronóstico típico de las películas, se encontraba abierta. Pero
fuera no se presentaba mejor, toda la calle era un caos, cientos de chinos
devoraban todo a su paso, como si de langostas hambrientas se tratasen. Cuando
los caníbales se percataron de la presencia de los dos chicos, éstos echaron a
correr separándose. La lluvia no permitía ver nada, Felipe no paraba de caer y
tropezar, miraba hacia atrás por si alguno de esos caníbales le perseguía, pero
no había nadie. Dedujo que se entretendrían con algún otro incauto.
Felipe se escondió entre dos contenedores, pensando que iba
a terminar como un chop suey. Entonces recordó todas aquellas cosas que le
quedaban por hacer, las personas a las que despedir…sus dos amigos, uno muerto
y el otro desaparecido. Impotente ante una situación tan irreal, comenzó a
llorar, haciendo que sus lágrimas se mezclaran con la lluvia.
Unos pasos apresurados interrumpieron su llanto, y creyendo
que era su amigo desaparecido, salió de su escondite. Y efectivamente, era su
amigo Christo, o por lo menos, su cabeza colgada de la cintura de un chino
caníbal. Cansado y derrotado, se dejó caer a la espera que también le
devorasen.
-Joven, ¿y piensa de verdad que nos creamos ésa historia?
La habitación olía a humo, los dos policías miraban
escéptico al joven que se encontraba al otro lado de la mesa, aún con las manos
manchadas de sangre.
-Según un testigo, te vieron peleándote con tus dos amigos
porque según tú, gritabas: “no quiero ir a comer en un chino, hoy tocaba
pizza australiana”. Y al ver que ellos llevaban la voz cantante los descuartizaste
y destripaste, para que a continuación, te comieras crudo todos sus órganos.
El chaval no alzó la cabeza, sólo miraba sus manos, y
murmuraba en voz baja que todo fue cosa de unos chinos caníbales.
RELATO COMPARTIDO CON BOHEMIAN FEELINGS. PARA MÁS RELATOS VISITAR.
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