lunes, 25 de noviembre de 2013
Abrazos y achuchones
Después de una semana bastante ajetreada, siempre es un placer ver a los amigos y tomar unas cañas. Mientras discuto con mi amiga sobre si la gastronomía se puede considerar arte, veo en la barra del bar a una chica que me pidió semanas antes que le hiciera un reportaje fotográfico, aproveché a ir a donde ella se encontraba para entregarle las fotos. Al saludarla de improviso me abraza de una manera tan alegre que casi me asfixia, después del saludo me pone mala cara y me pregunta que por qué soy tan arisco con ella, por qué de entre todas las personas es con ella con la que no muestro ningún interés o afecto. Le respondo que prácticamente no la conozco, que me cuesta muchísimo abrirme con la gente, y que ya he recibido demasiados palos en la vida como para confiar en las personas de buenas a primeras. Me contesta que soy un idiota, y vuelve a abrazarme y a achucharme tan fuerte que esta vez pierdo el conocimiento y tienen que llamar a una ambulancia.
lunes, 18 de noviembre de 2013
¡¡SORPRESA!!
Llevamos quince días encerrados en este bar tan conocido ubicado en el centro de la ciudad. Todo empezó como una sorpresa de cumpleaños para dos amigos. Lo habíamos preparado todo, la comida estaba distribuida por la mesa de billar, la decoración ya estaba dispuesta, y los globos decoraban las paredes. Sólo faltaba que llegasen los protagonistas.
Nos escondimos en diferentes partes del bar esperando para dar la sorpresa, estuvimos esperando horas. Llamamos para saber si llegaban o no, sólo decían que estaban a punto de llegar. Sin darnos cuenta estuvimos una semana esperando, cuando quisimos salir, nos percatamos de que nos encontrábamos encerrados en el bar, sin poder salir. La comida que preparamos para la fiesta estaba prácticamente agotada, lo racionábamos a la espera de que nos rescatasen.
A la semana siguiente habían muerto todos de enfermedad, hambruna o suicidándose. Ahora sólo quedo yo, estoy en los huesos a la espera de la muerte, y escribiendo mis últimas palabras a esos dos cumpleañeros:
Nos escondimos en diferentes partes del bar esperando para dar la sorpresa, estuvimos esperando horas. Llamamos para saber si llegaban o no, sólo decían que estaban a punto de llegar. Sin darnos cuenta estuvimos una semana esperando, cuando quisimos salir, nos percatamos de que nos encontrábamos encerrados en el bar, sin poder salir. La comida que preparamos para la fiesta estaba prácticamente agotada, lo racionábamos a la espera de que nos rescatasen.
A la semana siguiente habían muerto todos de enfermedad, hambruna o suicidándose. Ahora sólo quedo yo, estoy en los huesos a la espera de la muerte, y escribiendo mis últimas palabras a esos dos cumpleañeros:
¡¡FELICIDADES EN
VUESTRO PUTO CUMPLEAÑOS!!
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lunes, 11 de noviembre de 2013
La mano con trampa
Me encontraba en la barra bebiendo como siempre, a la espera
de cazar alguna “víctima”. Ya entre todo el barullo y la música, no sé cómo,
pero ya desde lejos oigo su voz. La voz de ese chico que no para de hablar,
largo y tendido, además de repetirse hasta la saciedad. Me asomo con cautela, no quiero que me
vea y empiece a dar la gran charla, le veo intentando ligarse a unas amigas mías.
Ambas estaban sentadas hablando de sus cosas, cuando aparece el charlatán, y
con la mano derecha y la palma hacia arriba, va moviendo los dedos, como atrayéndolas.
Una de ellas, la que estaba muy borracha, cogió la mano del muchacho, y cuando
ella se dio cuenta de que era para sacarla a bailar, intentó zafarse, pero él
la agarraba con fuerza. La amiga la ayudó sujetándola, pero en vano, no tenía tanta
fuerza. Con lágrimas en los ojos, la joven cogió su navaja del bolso y se amputó
la mano, salpicando a todos los presentes, yo incluido, de la sangre que emanaba
de su muñeca recién cortada.
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lunes, 4 de noviembre de 2013
El secador de manos
Mascaritas y disfraces monstruosos poblaban ese bar tan
conocido situado en el centro de la ciudad. En el escenario estaban Cadáver
Depot, junto con Sara Bang Billy, que con su música eran capaz de hacer que
vampiros y licántropos bailaran juntos, y que fantasmas y marcianos tomaran
copas como buenos amigos.
Cerca de los baños veo a mi amiga que va disfrazada de niña
de “El Pueblo de los Malditos”, y le hago una fotografía en el reflejo del
espejo. En ese momento nos llevamos un susto al ver que el secador de manos se
activa solo. Llamamos a nuestros a amigos para que presencien el fenómeno de la
noche. Nos hacemos una foto de grupo y todos somos testigos de cómo el secador
se vuelve a activar de forma independiente.
Cuando nos damos la vuelta, uno de los camareros, un señor
alto, de cabellos blancos y gafas de pasta sin cristales, nos corta el paso, sermoneándonos
que tuviéramos más respeto ante esos fenómenos sin explicación. Y sin que
viniera a cuento, nos relata el origen del bar, que a finales del siglo XIX,
esos terrenos eran un cementerio, que debido a terribles pandemias muchos
isleños morían sin remedio. Hasta que a mitad del siglo XX, un conocido
terrateniente se apropió del terreno, trasladando el cementerio a las a afueras
de la ciudad, y construyendo aquí este caserón, que décadas más tarde se convertiría en uno de los mejores locales de ocio nocturno. Nos contó que el terrateniente
murió en extrañas circunstancias, que la versión oficial fue de suicidio, pero
que en realidad cada 31 de octubre, fecha en el que murió, era visitado por los
muertos de aquel cementerio. Y que posiblemente el secador de manos esté poseído
ahora por el espíritu de aquel terrateniente y que su alma trate de escapar
mediante las fotografías.
Miré enseguida si había pillado su espíritu en la foto. Y
ese entonces cuando lo vi. Aquella imagen de un ser terrible, mostraba unas
facciones de horror y de penas mortales. Después del susto inicial miré mejor
la foto, y suspiré aliviado al darme cuenta que aquel ser no se trataba más que
Eustakya Lepop que se había colado en la foto. Al apagar la cámara y marcharme,
el secador volvió a sonar de forma espontánea, mostrándome por última vez, la
magia de la noche de Halloween.
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