Mascaritas y disfraces monstruosos poblaban ese bar tan
conocido situado en el centro de la ciudad. En el escenario estaban Cadáver
Depot, junto con Sara Bang Billy, que con su música eran capaz de hacer que
vampiros y licántropos bailaran juntos, y que fantasmas y marcianos tomaran
copas como buenos amigos.
Cerca de los baños veo a mi amiga que va disfrazada de niña
de “El Pueblo de los Malditos”, y le hago una fotografía en el reflejo del
espejo. En ese momento nos llevamos un susto al ver que el secador de manos se
activa solo. Llamamos a nuestros a amigos para que presencien el fenómeno de la
noche. Nos hacemos una foto de grupo y todos somos testigos de cómo el secador
se vuelve a activar de forma independiente.
Cuando nos damos la vuelta, uno de los camareros, un señor
alto, de cabellos blancos y gafas de pasta sin cristales, nos corta el paso, sermoneándonos
que tuviéramos más respeto ante esos fenómenos sin explicación. Y sin que
viniera a cuento, nos relata el origen del bar, que a finales del siglo XIX,
esos terrenos eran un cementerio, que debido a terribles pandemias muchos
isleños morían sin remedio. Hasta que a mitad del siglo XX, un conocido
terrateniente se apropió del terreno, trasladando el cementerio a las a afueras
de la ciudad, y construyendo aquí este caserón, que décadas más tarde se convertiría en uno de los mejores locales de ocio nocturno. Nos contó que el terrateniente
murió en extrañas circunstancias, que la versión oficial fue de suicidio, pero
que en realidad cada 31 de octubre, fecha en el que murió, era visitado por los
muertos de aquel cementerio. Y que posiblemente el secador de manos esté poseído
ahora por el espíritu de aquel terrateniente y que su alma trate de escapar
mediante las fotografías.
Miré enseguida si había pillado su espíritu en la foto. Y
ese entonces cuando lo vi. Aquella imagen de un ser terrible, mostraba unas
facciones de horror y de penas mortales. Después del susto inicial miré mejor
la foto, y suspiré aliviado al darme cuenta que aquel ser no se trataba más que
Eustakya Lepop que se había colado en la foto. Al apagar la cámara y marcharme,
el secador volvió a sonar de forma espontánea, mostrándome por última vez, la
magia de la noche de Halloween.
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