Paz y tranquilidad, fueron las cosas que me dijo el médico que yo necesitaba, así que alquilé una casa en el campo, lejos de todo ruido, móviles, coches, jefes irritados y de todo tipo de estrés.
Hoy es un día estupendo, y decido internarme en el bosque. Siento como una especie de “paz verde” me inunda el alma y me siento más tranquilo. De pronto oigo un tremendo rugido, mi cerebro no es capaz de computar de qué tipo de animal puede hacer ese tipo de rugido pese haberme tragado todos los documentales de La 2. Acto seguido oigo cómo caen los árboles, unos pasos terribles se dirigen hacia mí, y entonces lo veo, pienso que es imposible pero aún así está delante y siento su aliento en mi cara. Un enorme dragón rojo dirige sus fauces hacia mi persona con intención de que yo me convierta en su menú del día. Entonces me marcho corriendo, ¿qué otra cosa podía hacer? De pronto, de la nada, una mujer de pelo dorado armada con un hacha, hace frente al dragón. Y como si estuviera metido en un juego de la Play 3, presencio una lucha encarnizada entre la chica y el enorme dragón. La joven dama logra esquivar todos los ataques de la bestia y en un momento dado ella le asesta el golpe de gracia. Yo apenas me puedo mover, tengo los nervios destrozados, pero de alguna manera me pongo en pie y le doy las gracias a mi salvadora. Ella parece no entenderme y de la misma manera que vino, se fue.
A día de hoy sigo mal por los nervios, y nadie ha creído mi historia, pero para no olvidarla la he dibujado tal como la recuerdo.
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