Ya se sentía aburrido de ese pequeño planeta, y aunque se sentía feliz con su dueña y amiga, no se sentía feliz consigo mismo. El planeta en que habitaban era muy, muy, demasiado pequeño, y eso era lo que le estresaba.
Un día mientras su amiga dormía escribió una carta de despedida, le agradecía el tiempo que le había dedicado, sus cuidados, atención. Pero se disculpaba por tener que irse así, a escondidas, como si fura un fugitivo. Pero le prometía que volvería algún día, y que le contaría todas sus aventuras.
Así pues, se ató a la cintura un montón de globos, y poco a poco se fue elevando. Cuando ya se estaba alejando del planeta, venía corriendo su amiga, que, con lágrimas en los ojos se estaba despidiendo y que le esperaría.
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