Entre las llamas de la hoguera, diviso en el horizonte un barco que llega. Con dificultad, trato de coger el móvil y llamo al 1-1-2 para decirles lo que he visto. Me atiende una chica con voz cansada y exasperante. Le relato lo ocurrido y le pido si es posible que abatan el barco con los cañones que tiene el castillo en el muelle. Ella sin inmutarse, me suelta que en noches como esta siempre hay algún borracho gastando bromas, me cuenta su vida y empieza a llorar. Cuelgo a tiempo del siguiente sollozo, y antes de seguir con lo mío, me construyo un “fuerte-anticucarachas” con las botellas vacías.
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