La ciudad se llena de música y vida. Los bares están a
rebosar, el ambiente es estupendo, la noche es fresca y uno va encontrando
viejas amistades que no veía en décadas.
La gente se mueve al son de la música y yo me dedico a
fotografiar a las bandas que van tocando a lo largo de la tarde. Desde
cadáveres musicales con chicas guapas, pasando por el reggae y finalizando por
el rap.
Durante uno de los descansos, me siento en un lugar apartado
donde estar tranquilo y mirar las fotos que he sacado para ver si necesito descartar
alguna. Me encuentro con dos chicas que conozco, amigas de una amiga. Nos
saludamos y hablamos sobre “Móviles Zombies” y de películas de finales de los
90. Al cabo de un rato llegan dos personas más, amigos de la chica rubia, de
forma espontánea me los presenta, ambos hablan en inglés y yo que prácticamente
apenas logro dar palo al agua con mi propio idioma me quedo callado exhibiendo
mi mejor sonrisa. Mientras la chica rubia habla de mí a los recién llegados, le
comento a la otra chica que seguramente les pareceré a los otros dos un
retrasado por no hablarles. Entonces, ella en broma, me dice que tampoco dirá
nada para que ambos lo parezcamos. De forma súbita ésta chica les empieza a
hablar y decir cosas de manera que me deja solo. Pongo cara de tonto y me voy
dando yo mismo golpecitos en la cabeza como el tipo de aquella película del 88.